*Al recordar uno de los juegos típicos chilenos, claramente se viene a la memoria el luche. Un juego el cual si bien pareciera que estuviese orientado exclusivamente para las niñas, es imposible negar que también muchas veces los hombres lo jugamos cuando eramos niños. He aquí su historia. Por Luis Felipe Caneo.
Al hacer un viaje por el tiempo y llegar a nuestra infancia, uno de los recuerdos que se nos viene a la memoria son los luches los cuales se hacían presentes en las calles a través de la recordada tiza. Un juego chileno orientado, en apariencia, para niñas solamente, mas es imposible negar que uno como hombre se haya animado a saltar en una pata y darse la media vuelta en los días de esparcimiento infantil.
La historia de este juego se remonta a la Colonia y se conoce también con los nombres de Rayuela Mariola, Reina Mora, Coxcojilla e Infernáculo. Todo comenzó, según cuenta la historia, gracias a la creatividad de un monje español quien deseo a través de este juego representar las distintas etapas de la vida como también el nacimiento y la muerte del ser humano, demostrando de ésta manera que detrás de la simpleza del juego se esconde un significado profundo.
Todo comienza con la acción de dibujar en el piso una serie de rectángulos, cada uno de ellos con un número correlativo y al final de ellos se debe hacer un semicírculo asemejando la meta. Cabe señalar que el número de casilleros es variable, pero por lo general se emplean diez, siendo asimismo primordial la presencia de un tejón o piedra en cada uno de los jugadores.
El primer jugador debe lanzar el tejón o la piedra al primer casillero dibujado, posteriormente irlo a buscar en un pie para luego regresar al punto de partida , de ahí se debe hacer el mismo procedimiento para llegar al segundo, tercero y hasta el último. El tejo no debe caer en las líneas divisoras de los rectángulos y al saltar la persona debe pisar el espacio correspondiente, pues en caso contrario pierde y debe dejar que el otro participe.
Cabe señalar que el luche clásico, de acuerdo a Oreste Plath, tiene tres casilleros y uno final con una d de descanso. Las divisiones representan las distintas etapas de la vida: la infancia, juventud y madurez mientras que el descanso es símbolo de la vejez, cuando el cuerpo pide descanso y llevar el día a día a un ritmo más lento.
En definitiva, el luche no es solamente uno de los tradicionales juegos chilenos que nos recuerda parte de nuestra infancia sino también hace alusión a los desafíos enfrentados a lo largo de la vida, una colina que debemos conquistar y donde muchas veces las energías se agotan.
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