viernes, 11 de mayo de 2012

La Página de la Historia: El Orientalismo y sus dilemas





 *En este artículo analizamos las relaciones Occidente- Oriente, bajo el prisma que el primero constituye un lugar de enunciación donde se divide y se da identidad al resto del mundo. 

Luis Felipe Caneo


Cuando hablamos de Orientalismo son tres las acepciones que se pueden utilizar, según plantea Edward Said en su libro Orientalismo: es un modo de interactuar con Oriente tomando en cuenta el lugar especial que éste ocupa en la experiencia de Europa Occidental, esto por ser fuente de sus civilizaciones y lenguas; Orientalismo como una forma de pensamiento centrada en la distinción ontológica y epistemológica entre Occidente-Oriente y finalmente bajo la perspectiva de una institución colectiva cuyo fin es relacionarse con Oriente mediante declaraciones, adoptar posturas, describirlo, enseñarlo etc. Es así como queda en evidencia el hecho de las múltiples realidades a las cuales se alude al mencionar el término Orientalismo. 


 Es en este contexto donde está inserto la primera parte del libro ya mencionado, llamada “Ámbito del Orientalismo”, oportunidad en la cual analiza y reseña parte del desarrollo de esta disciplina: un despliegue del ser en el mundo, como diría Heidegger, bajo una secuencia de nacimiento, crecimiento, desarrollo y degeneración. 


 El Orientalismo nació como una disciplina producto de la necesidad de conceptualizar una relación con otro diferente, cuya realidad socio-culturales distinta a la propia. De ésta manera, lo oriental era la forma a través de la cual se designaba a Asia o el Este desde un ámbito geográfico, moral y cultural. Otro diferente que adquiría inteligibilidad e identidad por la acción de Occidente que contiene y representa, es decir, su ser nace a partir de una construcción de las estructuras dominantes del período en cuestión. 


 Lo anterior queda reflejado en los debates realizados en el Parlamento Británico a raíz de la presencia inglesa en Egipto y la resistencia que ello generaba en la población nativa en algunos casos. Balfour habla no sólo apoyando la continuidad en el país oriental sino también alude a la construcción de un discurso de los egipcios como una raza inferior que no es capaz de hablar por si misma. Una supremacía evidenciada por Balfour cuando habla de “nuestro conocimiento de Egipto”, o sea, aborda el conocimiento desde un punto de vista de elevación por sobre las contingencias inmediatas con el fin de alcanzar una realidad extraña y, al mismo tiempo, distante. 


  La interacción continua entre las estructuras dominantes y los sometidos queda de manifiesto en que el Orientalismo en cuanto a instituciones y contenido experimenta un progreso en el período de mayor expansión europea. Es importante señalar que a finales del S XVIII y principios del denominado “Siglo Decimonónico” hubo un resurgir del Orientalismo, producto de la invasión de Napoleón a Egipto en el año 1798 y en donde es posible ver una acción de apropiación de una cultura.


  Siguiendo con la lógica de etapas del Orientalismo, nos encontramos con el crecimiento de esta disciplina reflejado en lo que Said llama “Geografía imaginaria y sus representaciones”, o sea ¿cuales son las acciones para poder orientalizar lo oriental?. Cabe señalar que la existencia formal del Orientalismo en el Occidente Cristiano se remonta a la decisión adoptada por el Concilio de Viene que estableció diversas cátedras de árabe, griego, hebreo y siriano en ciudades como Paris, Oxford, Bolonia, etc.


  El Orientalismo se asocia con las geografías imaginarias en el sentido que es una conducta tradicional de nuestras mentes establecer un espacio familiar propio y una zona no familiar asociada a otro, con lo cual se  generan distinciones geográficas arbitrarias del hombre. Bajo este contexto, desde la perspectiva de Europa, Oriente se convirtió en una idea que claramente superaba los límites del conocimiento empírico que se lograba a partir de el y por lo cual, en ocasiones, se asociaba con lo exótico: todo lo anterior se expresa en una imagen de una Europa poderosa y con capacidad para poder expresarse versus un Asia desterrada y distante, esto último respondía a un interés por parte del Viejo Continente de controlar un Oriente temible porque era una zona desconocida. 


   Lo interesante de este asunto es analizar el rol que juega la Otredad en estas temáticas, tomando como base las tres reacciones identificadas por Todorov en su libro “La Conquista de América, el problema del otro”,  de los sujetos frente a realidades culturales diferentes: juicio de valor (es decir, si el otro es igual o inferior a mí.), la acción de acercamiento o de alejamiento en relación con el otro y, finalmente, el dilema de conocer o admirar la identidad del otro. La mirada de Europa en relación a Oriente es de ver a los habitante del otro lado del mundo como seres inferiores a mi raza, es decir, un juicio de valor negativo; hay claramente una acción de alejamiento de la realidad Oriental que se ve concretado mediante el Orientalismo donde Occidente, desde su posición de lugar de enunciación, le da materialidad e identidad a Oriente y, en última instancia, vemos que en Occidente no hay una disposición a entender y conocer los componentes de la Identidad Nacional sino más bien establecer un escenario donde Oriente en su conjunto está encerrado y desde este espacio limitado aparecen figuras que representan el todo. 


    El Orientalismo en su conjunto, señala Said, influye a Oriente mismo en el sentido de ésta disciplina como un lugar de enunciación; al Orientalismo en su modo de expresarse en el mundo y al consumidor Occidental de Orientalismo. Una influencia en distintos ámbitos que tiene su desarrollo en empresas de apropiación de culturas, como es el caso de la conquista de Napoleón de Egipto en el año 1798, la cual será analizada en los siguientes párrafos. 


  Oriente hasta el Siglo XIX se convirtió en  un lugar para Europa de hegemonía y dominio continuo, pero no siempre la realidad fue así: el Islam se transformó en una amenaza real para la Cristiandad Europea por su proceso de expansión territorial la cual llegó a su fin en la Batalla de Lepanto en el año 1571. Ésta situación nos habla de un Oriente Islámico, de un oriente militante donde el Califa pone la religión como medio de legitimación del poder político: la idea es que a partir de las normas presentes en el Islam  de carácter éticos-morales deben guiar al hombre a encontrarse con Dios en una interacción directa. Lo que vemos aquí es la dimensión religiosa y temporal que explica, al final de cuentas, el proceso de expansión oriental y la interacción Occidente-Oriente que experimenta un quiebre con la invasión Napoleónica a Egipto y Siria a fines del Siglo XVIII: esta empresa de conquista significó que por primera vez en la historia Oriente se visibilizaba en el contexto europeo mediante la materialidad de sus textos, lenguas y civilizaciones, lo cual trajo como consecuencia  el establecimiento de dimensiones intelectuales e históricas precisas que permitieron consolidar la imagen de una Asia con una gran inmensidad geográfica y distante en comparación a Oriente. 


 En este proceso de conocimiento sobre Oriente se hacía en base a llevar a cabo un estudio detallado de los textos clásicos referentes a Oriente y luego aplicar las ideas en el Oriente Moderno, todo esto tenía como fin poder rescatar una parte gloriosa del pasado clásico de Oriente. Un ejemplo de lo anterior fue la utilización, por parte de Napoleón, de un libro detallando la historia y geografía de Egipto de Volney, el cual le sirvió de fuente referencial para posteriormente conquistar el país ya citado. Un proyecto de conquista, comenta Said, que fue realizando sus primeros pasos hasta convertirse en realidad en la mente de Napoleón para luego seguir a través de los preparativos de conquista. Se quería poseer la realidad, donde nuevamente entra en juego el rol de ente de enunciación de Occidente. La proyección de la conquista de Egipto dice relación con la experiencia moderna de Oriente, donde ésta cultura no sólo estaba  por primera vez estaba accesible a los investigadores europeos sino también permitió superar el realismo descriptivo del ayer permitiendo, en definitiva, constituir un lenguaje y un medio de creación. 


 Esta fascinación por Oriente como un lugar exótico comienza a ser cuestionada a finales del Siglo XIX y el siglo XX, hay una decepción porque el Oriente Moderno no es que los textos reseñan y por lo que surge un conflicto entre la realidad concreta de esta parte del mundo  y la imaginación en torno a ella que en ocasiones da como resultado un regreso a la imaginación. Hay una desmitificación de Oriente, reflejada además en el desarrollo de una crisis en la historia del pensamiento occidental en cuanto al Orientalismo porque los múltiples movimientos de liberación nacional de Oriente provocaron estragos en la imagen de un Oriente sometido. ¿Dónde estaban esos seres sometidos, incapaces de expresar sus necesidades por si solos? era la pregunta que rondaba en el ambiente, una interrogante que nos habla de la disparidad existente entre la realidad y los textos. 


  En definitiva, lo que hemos querido reflejar en estas páginas ha sido la trayectoria en el tiempo del Orientalismo, donde la constitución de ésta disciplina fue la forma que Occidente escogió para poder conceptualizar su relación con otro diferente desconocido y, en consecuencia, temible. El gran dilema del Orientalismo en cuanto disciplina fue no haber tomado conciencia de la disparidad existente entre los textos y la realidad, cuestión que, al final de cuentas, provocó la creación de una ficción que dio como resultado la decepción de las personas en el Siglo XX porque no tenía el necesario componente de realidad que toda construcción discursiva debe contar

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