*Motivado con la idea de contarle sobre el mundo que le tocará vivir a Catalina, hoy de tres meses, durante sus próximos años de vida nuestro colaborador, Horacio Flores, se animo a escribirle una serie de cartas donde le habla de lo humano y lo divino. En esta ocasión, te presentamos la primera de ellas.
Bella y amada
Catalina: Puede que sea muy raro que un nonagenario envíe cartas a una bebé de
-¿cuatro meses?- Inusual pero cumpliendo
una función sin la cual el intelecto humano no habría logrado llegar al
inconmensurable tamaño alcanzado gracias a la comunicación verbal por escrito.
Tus padres, hermanito, abuelos y tías te hablan y acarician: verbo y contacto;
la comunicación a distancia tiene una interesantísima variedad a través de la
historia humana, se sabe de un señor que corrió 42 kilómetros dio su mensaje
y cayó muerto, se han empleado señales de humo, palomas mensajeras y perros
correo, tendido cables por el fondo de los océanos, por las alturas cordilleranas y algunos,
mediante una capacidad llamada telepatía instalan en una mente lejana su comunicación.
Ahora esta novedad, un viejo bien viejo conversa a una señorita que deberá
esperar algunos años para enterarse
Cuando tú,
personalmente, puedas leerla y la ayuda de tus padres te faciliten la
comprensión ya no estaré para dialogar y lo inusual se dará al revés, tú
enviando mensajes a quien no sabes donde está y si le es o no permitido
recibirlos.
Llevo varios meses
sin usar este ingenio llamado computador, necesitaba le corrigieran serios
errores introducidos por inexpertos audaces autotitulados de técnicos. Tu
madre, que sí de verdad es ingeniera en computación me pidió –Tata entrégueme
su tarro para arreglárselo. Este es el primer trabajo que sale del tarro bien
arreglado, lo escucharás ahora de labios de tu madre y lo leerás personalmente
más tarde..
Te informo de
algunas condiciones propias de mis noventa años, hablo de mi sin generalizar,
tratándose de seres humanos –cada uno con lo suyo- Soy lento o más bien
lentísimo física, mental y emocionalmente, olvidadísimo en lo inmediato y
sordo, esto último, me parece, aumenta mi lentitud e inseguridad, uso audífonos
en ambos lados y ayudan eficazmente en la comunicación directa con otra persona,
son inútiles en grupo donde los parlamentos simultáneos son varios.
Un sucedido
reciente, fresquito, Entro a un almacén del barrio a comprar una escoba de
ramas, me han dicho y espero que sea verdad, que si barro con ella un espacio
en tierra que hay en mi vereda retardo o impido el crecimiento de hierbas que
las personas denominan malezas, mi precaución habitual es dejar mi necesario y amigo bastón, mi tercera pierna,
colgando del borde del mostrador y formularme mi, también habitual advertencia: “Aquí, sin olvidarlo” Elijo la escoba, pago y regreso a casita,
pasadas algunas horas al salir nuevamente voy a tomar mi bastón que debería
estar en su lugar de costumbre y no lo encuentro, una febril búsqueda, no aparece
y debo cumplir un horario, me voy sin él y todos mis pensamientos eran para él,
¿dónde, cuándo y cómo? ¿en el almacén? Imposible, al dejarlo me conversé de
tomarlo para regresar, Deduje que lo más
probable era haberlo colgado de la puerta de reja para abrir y sacar el candado
y entrar olvidándolo. Tuve dificultades al salir del taxi colectivo, me faltaba
el bastón, decidí que era más económico
comprarme otro que caer, quebrarme de algo, gastar en consultas médicas,
medicamentos, inmovilizaciones, pagos por acciones que yo estuviera impedido de
realizar. Después de cumplido el motivo
de mi salida fui a tu casa, tenía que consultar a tu madre sobre algunos de mis
muchos desconocimientos en computación así que mientras disfrutabas de tu
deliciosa leche materna escuchabas mi relato de este percance. De regreso
decidí concurrir al almacén y antes que mediaran palabras me estaban pasando mi
bastón. Catalina, hasta la próxima.
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