viernes, 21 de septiembre de 2012

Cartas de un adulto mayor a una guagua ( segunda parte)



* Continuando con las escritas escritas por nuestro colaborador Horacio Flores Serrano, un activo adulto mayor, en esta ocasión la reflexión de la misiva es sobre los cambios que significan en la práctica el aumento considerable de los abuelitos en la sociedad chilena.


Tu amante proveedora láctea te leyó mi carta uno y concluyó en que eras una atenta oidora que pedía más leche y más palabras. Mi propia conclusión es que al fin encontré quien me escuche aún cuando ello sea en segundo lugar, las chupetadas primero.


Llevo años de tenaz lucha en pro de mis pares, los usuarios y supuestamente beneficiados con el eufemismo –adultos mayores- en sustitución del noble vocablo vejez que nombra el extremo opuesto de la vida humana donde tu estás: Niñez.  


Sostengo y admito que en esto pueda ser injusto o ignorante de beneficios pro adulto mayor pero como lo veo lo digo, sostengo que a través de nuestro país hay miles de funcionarios hablando por los adultos mayores porque les ha caído en suerte una peguita para la que carecen de preparación e interés. En futuras cartas te relataré con detalles experiencias frustrantes por ahora sólo te daré a conocer dos necesidades que debieron haberse empezado a satisfacer no ayer sino hace diez años. Hemos aumentado, los viejos, tanto que ahora hacia donde miremos vemos bastones, canas, humanos desplazándose con lentitud  e inseguridad superados por el apresuramiento moderno, desconcertados por tanto solitario que camina hablando y gesticulando a un ingenio que lleva en la mano o ha tapado sus   oídos aislándose del mundo que lo cobija.  Esos bastones, canas o calvicies, lentes y audífonos que brindando el máximo posible prestan una ayuda insuficiente necesitan sentarse. La resistencia al peso atmosférico, algunos gramos menos de un kilo por centímetro cuadrado ha disminuido sumándose a un corazón que ha estado latiendo entre sesenta y setenta por minuto durante ochenta años. ¡Por favor un asiento! En la calle, en la oficina pública, en las grandes, medianas y pequeñas tiendas. Condiciones ideales de los asientos: Los de las calles, parques y plazas firmes para que los vándalos necesiten una poderosa carga de dinamita obligando a los viejos ir  a sentarse a sus casas.  Con respaldo que facilite una apoyadita y pestañadita. De altura prudente para que el descansado pueda pararse por las suyas, de lo contrario tendría que crearse un gremio de auxiliares que tendieran la mano y empujaran el ánimo con un entusiasta – ¡Arriba poto pesado!- De todos modos  se va a crear uno de proveedores de cojines y escuchar las protestas de los viejos y viejitas lindas -¡Con  esta inflación ya no se puede vivir, trescientos pesos por quince minutos de cojines es demasiado! En los recintos cerrados vivo el ojo con los olvidadizos, son incontables las veces que he olvidado mi bastón, lo dejo en un lugar y me advierto severamente –Esta vez no te olvido- Lo recuerdo horas más tarde y en lugares distintos. Siempre, gracias a Dios, alguien me lo ha guardado y devuelve.
   

Parece que la cultura chilena provejez está en el camino correcto, son más frecuentes y más a la vista las manifestaciones de ayuda y simpatía que las contrarias, los vándalos aludidos no son antiviejos sino antisociedad civilizada y a nosotros nos corresponde no pretender ni exigir mimos o tratamientos especiales por la disminución de capacidades ya que, en este mundo moderno todos viven con sus propias prisas y preocupaciones.


Catalina querida una próxima mamada tuya va a ser escuchando otra necesidad  de los adultos mayores de la que tampoco se ha hecho la debida mención. Un beso y hasta la vista.

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