*Nuestro colaborador, Horacio Flores Serrano, nos cuenta una experiencia de vida que al final de cuentas lo llevo a reflexionar sobre la fe y la idea de creernos capaz de hacer las cosas.
1935 y mi edad 13
años. A esa edad nosotros aún creíamos que los juguetes de pascua llegaban en
trineos tirados por venados. Los de hoy me asombran apabullan y avergüenzan con
su destrezas digitales, informáticas y Windows media.
Llegó la
electricidad al barrio, postes de madera, tendidos de cables y conexión al
interior de las casas con un tablero mural, dos tapones enroscados y dos luces
instaladas. En la nuestra una en el pasadizo y otra en el comedor. Un
electricista vecino, Hernán, fue contratado para colocar dos luces más y yo me
le pegué como estampilla le pasaba las herramientas y sujetaba los tubos que
adhería a los muros y él contestaba con
sencillez todas mis preguntas. Quedó en casa material para una quinta luz que
él vendría a instalar en un par de semanas más adelante. En las noches antes de
releer a Sandokán y su Reina del Mar o a Kazán Perro Lobo instalaba
imaginariamente la quinta luz, cuatro o cinco noches de instalación imaginaria luego,
como impelido por una fuerza ajena a mí estuve en el entretecho ajustando,
también imaginativamente, la forma de instalar la luz y pasé de la
planificación a la acción.
Adelantaba un poco
cada tarde hasta que llegó el momento de conectar a la red activa. Primer paso: Retirar los tapones, subí a una
silla los retiré y veo en el muro un poquito más abajo del borde del tablero
unas cabezas de pernos y deduzco: esos pernos no tienen corriente, vienen del
interior de la casa y los tapones los retiré. Apunté ambos índices para
tocarlos y un fortísimo aleteo detrás de mi me hizo, muy asustado, volverme sin
efectuar la comprobación que tan tontamente iba a realizar. Detrás de mí no
había nadie ni nada y por alguna fuerza
extraña el susto se convirtió en pánico. Temblando coloqué los tapones y no
concluí la conexión. Sólo al día siguiente tuve el valor ir al lado posterior del muro para ver la
entrada de los cables y correspondían a los pernos que no toqué, los que salían
para el entretecho y quedaban privados de corriente al retirar los tapones lo
hacían a mayor altura.
Comprendo que este
relato lleve a dudas: Mentira, imaginación novelesca, lo soñó. Cumplí noventa
años sabiendo que antes del nacimiento y después de la muerte existen misterios
que nos está vedado conocer. Aparte de esto mi vida ha transcurrido como nos
ocurre a los seres humanos, muchos errores y algunos aciertos, estuvo siempre
satisfecha la imperiosa necesidad de creer, no podía tener dudas, hay otra
vida. Me impulsó a entregar el presente
relato la lectura de las sorprendentes cartas de Sor Teresa de Calcuta y su
sufrimiento por las constantes dudas que la asaltaban.
La lectura de mi
instalación de la quinta luz puede resultar incomprensible o falsa. El barrio
aludido era el sector Carrascal y Augusto Matte de la comuna Quinta Normal. Los
tubos que contenían los cables se fijaban a las murallas de adobe, cada tubo se
unía al siguiente mediante una copla y cada punta salía o terminaba en un
círculo de madera
llamado roseta a la
que estaba adherido el interruptor o las salidas y llegadas de derivaciones. Estas
instalaciones carecían del contacto a tierra y solamente cables positivo y negativo, tampoco contaban
con enchufes murales.
Cuando pedí a
Hernán que realizara la conexión y le conté mi increíble experiencia fue a
mirar el tablero, pidió a mi madre –No deje que este chiquillo intruso se
acerque al tablero.- Tomó su bicicleta
voló a la Compañía
de Electricidad y un par de horas después eran revisadas todas las casas y
corregido el error que un equipo instalador estaba cometiendo.
Con el transcurrir
de los años y los diversos análisis he concluido en que la fe es una íntima
relación entre cada persona y sus creencias y que estas pueden ser definitivas
o modificables pero siempre personales. Las religiones universales o muy
extendidas tienen poco o nada que decir en la fe personal, son una dualidad
compuesta por una loable Congregación para y por la fe y una Empresa religiosa
manejando dineros y motivada, como corresponde a las empresas, a ganar y no
perder capitales. El fortísimo aleteo a
mis espaldas me obsequió la fe negada a Teresa de Calcuta y a tantos millones
de personas. ¡Hay otra vida!
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