*Los dejamos con una historia de nuestro colaborador, Horacio Flores, donde nos invita a descubrir las maravillas de aprender sobre la vida ocupando el diccionario.
Jimenita, niña quinceañera nacida con dotes de
escritora finaliza la primera clase de aquel día y se encamina al patio a
unirse a un corro bullicioso o integrar algún juego con sus compañeras cuando
su mente recibe una inspiración -que en cierto modo parecía una orden: “Escribe
un cuento acerca de un gato que subió muy alto a un árbol y ahora no se atreve
a bajar, maúlla lastimera y quietamente”
Jimenita ubica asiento a la sombra de un árbol
para analizar la repentina inspiración y la encuentra pobre de acción, de
protagonistas y de elementos protagónicos. El temor de un gato asustado y un
árbol no dan para mucho.
La inspiración
parece un desafío ¡Aquí te quiero ver!
Salta a la vista que se puede salvar la
situación recurriendo a la truculencia,
auxilio de los bomberos, caídas de las escalas, salto del gato a cara de
un auxiliador.
No es su estilo y aceptará el desafío sin
recurrir a la tragedia. Recién tomada la decisión suena la campana llamando a
la segunda hora de clases.
Saliendo al segundo recreo las compañeras la llevan formando parte de un equipo y en eso
no se usa negarse, si quiere participa y si no quiere ¡también participa!
En el
tercer recreo sale de las primeras y vuela a sentarse. Ya lleva decidido
el nombre del gato, será Fermín como el nombre del portero de la escuela.
¿Árbol? Repasa acacia, crespón, palto,
higuera, sauce, naranjo, limón, (recuerda, el nombre es limonero) y muchos más sin que ninguno la
conforme. A su mente llega nueva ayuda, que sea un abedul. Le agrada el nombre,
tiene sonoridad y…y ¿Qué sabe ella de abedules?
Nuevamente la campana pone fin a
su armado del cuento pero el siguiente recreo lo emplea buscando respuesta a
¿quien conoce o sabe como son los abedules? Ni compañeras ni profesoras
pudieron ayudarla
Llega a su casa, toma once, hace rápidamente
la única tarea que tiene para el siguiente día y se le ocurre: la
municipalidad, ellos manejan plazas y parques, telefonea, la remiten a otro y
luego a otro número donde le contestan, manténgase en línea mientras
consultamos el registro. La espera es fructífera –En la plaza Los Marqueses hay
un abedul. Esa plaza no está demasiado lejos, coge su bicicleta y del remoto
interior de su cabecita le impiden montar
¿Cuando estés en la plaza mirando árboles ¿cómo vas a identificar el
abedul? Desde luego sabe qué ocurrirá al preguntar a los transeúntes, los menos
admitirán no saberlo y los más aventurarán respuestas lúdicas.
La niña golpea su frente y se reconviene ¡Vaya
Jimena! ¿Y para que está el diccionario? Lo coge y lee -Abedul. M. Árbol
betuláceo que alcanza una altura de diez metros y cuyas hojas pequeñas,
puntiagudas y aserradas están dispuestas en ramillas colgantes, abunda en
Europa y su corteza se utiliza para curtir y aromatizar la piel de Rusia. De
todo lo informado hay dos conceptos que no le interesan para su cuento, son
betuláceo y piel de Rusia, los anota en las últimas páginas de su cuaderno de
vocabulario hasta cuando toque turno a la revisión de palabras postergadas. De
lo demás la altura es mayor que la de dos postes, uno sobre otro, de alumbrado
público y las hojas pequeñas, puntiagudas, aserradas, colgantes de ramillas.
Con razón fermín no se atreve a bajar. No ha visto el abedul pero el
pensamiento, las manos y todo su ser desean escribir, tienen que escribir. Ya
habrá tiempo el fin de semana para visitarlo.
Algo ocurre con Fermín, en lo alto quieto como
una estatua, se pensaría que lo es si no maullara. Un transeúnte exclama -¡El
gato otra vez!-
Un espectador –Pobrecito, habrá que llamar a
los bomberos.
Un tercero: -No, no. Luego llegará el amo y el
sabe que decirle para que baje. Y sigue el cambio de opiniones, una culta,
bella y lucidora lolita sentencia –Gato leso (para leso utiliza el socorrido
chilenismo on)
Llega con cierto apresuramiento un don
cincuentón que intercambia saludos con varios presentes e informa a los demás espectadores,
que ya son numerosos: -Soy el dueño de príncipe, el gato en problemas, parece
que en esa posición el sol lo deslumbra y le impide ver hacia abajo, lo llamo
desde aquí atrás –lo hace- y el gato se vuelve a la voz del amo, el sol deja de
impedirle la visión y torna a ser dueño
de si mismo y de su situación. Con elegancia utiliza el ramaje como apropiada
escalera, practica una increíble carrera tronco abajo y salta a tierra, da un
refregón de reconocimiento a las piernas de su amo y continúa a la búsqueda de
otras correrías.
Jimenita suspira, acaricia su diccionario y
queda a la espera de otra inspiración.
Nosotros ganamos un conocimiento útil, el
diccionario o sólo nos enseña el significado de las palabras sino también
describe como son las cosas.
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