miércoles, 29 de junio de 2011

Una mirada a la Izquierda Chilena en los años 60 y 70.




*En esta nota analizaremos el papel jugado por la izquierda chilena durante las décadas de los 60 y 70, donde se debate entre la vía revolucionaria o la institucional para llevar a cabo sus proyectos. Por Luis Felipe Caneo.


Con el fin de entender el proyecto de la vía chilena al socialismo en su conjunto, es necesario remontarse a la década de los 30. Allí, después de la crisis de 1929, se logró generar en la sociedad  estabilidad política y social gracias a la aplicación del modelo Keynesiano, éste tenía como fin la intervención estatal en la economía. Sin embargo, el panorama socio-político viviría una transformación clave hacia fines de los años 50, por un creciente ascenso electoral de la izquierda como también por el triunfo de la Revolución Cubana en 1959; a esto debemos sumar la visibilización de nuevos grupos en un contexto de cultura de masas, siendo algunos de ellos las mujeres y los jóvenes, los cuales plantearon al sistema vigente nuevas exigencias. Se creía que era posible transformar el sistema vigente, es decir, llevar a efecto reformas estructurales para de ésta manera concretar una mejor distribución de los recursos como lograr que  beneficios de la modernidad llegarán a todos.


En este contexto, durante los años 60 lo políticamente correcto era ser partidario de la revolución y concretar la denominada “Revolución Socialista” y la cual se convirtió a la larga en una expectativa política a cumplir, lo que iba en directa concordancia con lo indicado por Fidel Castro en la “Segunda Declaración de la Habana” en el sentido de que “El deber de todo revolucionario es hacer la revolución”. Régis Debray y Ernesto Che Guevara fueron los principales teóricos y defensores de la guerrilla revolucionaria, una temática que generó un debate en torno al carácter de la revolución en los grupos políticos: si bien el PC y el PS concordaban en el deseo de hacer la revolución, diferían en la forma de realizarla. Los primeros veían en el movimiento de la clase obrera y del pueblo organizado la posibilidad de desplazar del poder a las actuales clases gobernantes, una acción por etapas cuyo fin último era la eliminación del viejo aparato del Estado; los segundos apuntaban a un cambio total del paradigma imperante, así conquistarían el poder político para el pueblo. El MIR deseaba el establecimiento de un gobierno de obreros y campesinos.


Lo deseado por la “Revolución Chilena Socialista” decía relación con un modelo de organización social en donde no hubiera explotadores ni explotados y, por cierto, generar una distribución colectiva de la riqueza. Una revolución que involucrará no sólo a las estructuras sino a la mente y corazón, dando origen al hombre nuevo como a la sociedad de la revolución socialista, anti-imperialista, humanista e igualitaria.


Los seguidores de la utopía socialista se dividieron en visiones contrarias en lo referido al tema, dos posturas en las cuales polarizó el pensamiento revolucionario chileno: izquierda gradualista[1] y rupturista[2]. La interrogante a responder por estos dos grupos alude a ¿Cuáles son las vías para llegar al socialismo desde el capitalismo?, una respuesta que presentó dos caminos diferentes y divergentes.


De acuerdo a sus planteamientos la izquierda Gradualista apoyaba la opción de la revolución por la vía institucional, considerando el respeto a la legalidad vigente y los logros de las clases populares son un ejemplo de la factibilidad de la alternativa reseñada para así llegara a la meta socialista, donde los aspectos claves serían: un entendimiento con los sectores progresistas, la dirección de la acción estaría en los obreros y la legitimación social a partir de una conjunción entre socialismo y democracia; por su parte la Izquierda  Rupturista creía en la concreción de la revolución por la vía armada, pues la clase dominante jamás renunciaría a su condición sin oponer resistencia, un ejercicio donde serían los primeros en no respetar el marco institucional con el fin de defender la conservación de la propiedad privada y las relaciones de explotación. La dominación imperialista, planteaba la izquierda rupturista, se traducía en la práctica en la poca viabilidad de arribar al poder en forma pacífica.


Los gradualistas proponían una estrategia institucionalista, es decir, penetración en el aparato estatal para convertir al Estado en un instrumento de transformación económica y social; una visión contraria tenían los rupturistas, los cuales veían al Estado como un ente diseñado para mantener a los explotados en dicha condición en forma perpetua. Estos últimos deseaban desplazar la acción política desde las instituciones burguesas a las masas, crear un poder popular. Un elemento que será característico de la Unidad Popular y el cual para efectos de un análisis es necesario abordarlo desde una relación dialéctica entre el movimiento obrero, el Estado Chileno y los partidos políticos, en un contexto de alianzas sociales.


El movimiento obrero desde la creación de la Central Unitaria de Trabajadores en 1953 se transforma en el ente catalizador socio-político de agitación obrera al margen de los tradicionales canales de regulación del Estado y, por cierto, había presencia de criterios anti-capitalistas. Una independencia que llegó a su fin el año 1961, cuando el PC se hace de la dirección de la Central -la encabeza conjuntamente con el PS y la DC-, convirtiendo a la multi-sindical en un espacio de diálogo multi-partidista, subordinando la CUT a los proyectos políticos de la izquierda de la Unidad Popular: su proyecto económico establecía una alianza con la “burguesía nacional progresista” y las capas medias en el contexto de un gobierno popular, obligando a los dirigentes a jugar un rol más político: “Los dirigentes sindicales se han transformado en simples instrumentos o ejecutores de las órdenes que emanan de los conciliábulos políticos”[3], comentaba Clotario Blest, fundador de la CUT


Lo interesante del papel jugado por la CUT  en la Unidad Popular es el proceso de integración orgánica en el aparato del Estado, pasando desde la reivindicación económica y salarial al rol de agentes promotores del sistema de participación de los trabajadores. Es importante indicar que en la UP requerían del apoyo de la clase obrera organizada para tener una base de respaldo, por decirlo de alguna manera, que le permitiese llevar a cabo el programa de Gobierno: el Ejecutivo les prometió a los obreros un mayor poder adquisitivo y una mayor participación en el control de la economía. Allende deseaba una redistribución de la riqueza en la sociedad chilena, pero al mismo tiempo manifestaban su intención de mantener el control y canalizar las movilizaciones obreras por la vía institucional.


Un control que es puesto en cuestión en la elección de 1972, donde si bien la Unidad Popular obtiene el 57% de los sufragios válidamente emitidos la DC logra un tercer puesto. Son años de creciente agitación social, se vive un aumento de las movilizaciones de los distintos sectores de la economía[4]. El gran problema de la Unidad Popular es que no supo controlar el movimiento reivindicativo: ante esta realidad, resalta el hecho de que la contención voluntaria de la presión social sólo se podía lograr por una conciencia política, generada a partir de la práctica. Un aspecto donde los trabajadores carecían de experiencia.


La huelga del mes de Octubre 1972, oportunidad en la cual los camioneros paralizaron por cerca de un mes, se convierte en el momento clave de la Unidad Popular para demostrar su capacidad de movilización popular. El movimiento de protesta es convocado por la “Confederación Democrática” (Code) y ante el cual el Ejecutivo hace un llamamiento a los militares para controlar la situación en un escenario de Estado de Emergencia, por su parte la CUT persuade a los trabajadores a estar en un estado de vigilancia permanente.


Es durante este tiempo de agitación donde surgen los denominados “Cordones Industriales”: éstos son organizaciones unitarias y transversales cuyo eje de acción es una base territorial determinada, permitiendo la unión entre los diferentes sindicatos de un sector industrial determinado. Aquí los “Cordones Industriales” se convierten en una organización de clase y lo que se tradujo en la práctica en una profunda descentralización de la actividad política, ejemplo de lo anterior es el denominado “Pliego del Pueblo”, realizado por los Comandos Comunales y Cordones Industriales de Santiago, documento que llamaba a la construcción del poder popular y de una asamblea del pueblo.


La aparición de los “Cordones Industriales” provocó un debate político entre los distintos actores políticos. El PC, por citar un ejemplo, tuvo con respecto  a estas formas de organización popular un profundo rechazo puesto que sobrepasaban su control directo: intentaron por todos los medios posibles encauzar el nuevo poder popular bajo el mando de la CUT.


Al hacer un balance de los “Cordones Industriales”, claramente resalta  haber logrado el control de la producción, auto- gestión del abastecimiento y la defensa de las empresas estatizadas, ésta iniciativa se quedó en un estado embrionario puesto que el Ejecutivo no le convenía tener un Estado Dual: institucional y popular. Era necesario ejercer un control desde arriba, no había espacio para los co-liderazgos.


La crisis socio- política de la Unidad Popular y el posterior Golpe Militar de 1973, se puede explicar por una desestructuración del conjunto de mecanismos de control social, agotamiento del Estado de Compromiso y en consecuencia una grave crisis de hegemonía donde cualquier consenso era imposible, un desbordamiento de los cauces institucionales en las demandas de los trabajadores  y finalmente una sociedad politizada donde el opositor se convirtió en otro a eliminar, dando origen a grupos de choque como “Patria y Libertad”.


El fracaso de la vía chilena al socialismo se debe, también, a una gran contradicción en su estructura interna: estar actuando al mismo tiempo en dos frentes políticos divergentes entre sí. Por un lado, se planteaba reformar la sociedad desde el viejo Estado Oligárquico y por otro militar en las bases, una revolución desde abajo que desbordó por completo la legalidad vigente y motivó, entre otras causas, la intervención con fines desestabilizadores de Estados Unidos, la  Derecha etc.Asimismo,es importante  mencionar que otra de las causas se refiere a la incapacidad tanto de la Izquierda Gradualista como Rupturista de generar un sector mayoritario en la izquierda que a la larga habría permitido tener una base de sustento a la UP. La interacción de todos estos factores dio como resultado final la llamada “Revolución Silenciosa”, es decir, el proyecto modernizador del Régimen Militar.


[1] Conformada por el PC, un segmento del PS -Salvador Allende-, MAPU Obrero- Campesino y Partido Radical.
[2] Integrada por la mayoría del PS, MAPU bajo la dirección de Garretón, la Izquierda Cristiana y el MIR.
[3] Blest Clotario, “Limitaciones de los sindicatos chilenos”, Punto Final, Santiago, Nº100, 17 de Marzo 1970, página 22.
[4] Los tres sectores claves de la economía (minería, industria y construcción) experimentan un alza en sus paralizaciones y otros tipos de manifestaciones. En este contexto, resalta la huelga de 76 días de los mineros de la División El Teniente de Codelco Chile, la cual hizo perder al Estado Chileno millones de dólares por el hecho de la no producción de cobre.

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