* En las siguientes líneas, describiremos los hitos y procesos que conformaron el nacimiento del estado de Israel y la reacción palestina.
Luis Felipe Caneo
Al
llegar el Siglo XX, son tres los procesos que, a juicio del historiador Ricardo
Marzuca, marca el devenir de los acontecimientos en la región del Mundo Árabe,
éstos son: consolidación de la presencia europea, representada por Francia y
Gran Bretaña mediante la política de los Mandatos sancionada por la Sociedad de
las Naciones; penetración de las grandes compañías de actividad petrolera, el
llamado “oro negro” jugó un papel importante en la configuración regional y
finalmente la fundación del Estado de Israel, convirtiéndose un rol de
protector de los intereses en dicha zona del mundo. Este último punto será
abordado en ésta respuesta, instancia donde nos centraremos en el conflicto
palestino-árabe y el surgimiento de la corriente post-sionista.
La concreción del Estado de Israel
significó un “movimiento de emancipación e independencia de los judíos , en
virtud de las históricas persecuciones sufridas a causa del antisemitismo
desarrollado en el mundo occidental, fenómeno que percibían como incurable y
que auguraban como eterno”[1],
indica Marzuca. Las razones esgrimidas para justificar la colonización de
Palestina respondían a criterios de superioridad y un rol de carácter
civilizador del mundo europeo, como lo expresa Teodoro Herzl: “Para Europa formaríamos
parte integrante del baluarte contra el Asia: constituiríamos la vanguardia de
la cultura en su lucha contra la barbarie”[2].
Cabe señalar que la instauración del
Estado de Israel provocó una crisis israelí-palestina, generando con ello un
cambio en el día a día de los individuos de ésta zona del mundo en el sentido
de que “La política de élite, más militarizada y nacionalizada que nunca,
exigía ahora toda la atención, una participación diaria y una lealtad
incondicional por parte tanto de los palestinos como de los judíos. Había pocos
islotes de paz donde la gente siguiese siendo inmune a la intrusión”[3],
comenta el historiador Ilan Pappe.
Luego de la crisis de 1948, hubo un
período hasta 1956 donde no había esfuerzo pacificador alguno y lo que primaba
era una carrera armamentística, la cual en el caso de Israel incluía capacidad
nuclear. Tanto en Israel como en Palestina, la prioridad fue la inversión en
armas de destrucción masiva, dejando no sólo el bienestar de la población en un
segundo plano sino también proporcionó un espacio en la escena pública para la irrupción
del denominado “Islam Político”[4]
y del fundamentalismo israelí.
Es
importante señalar que desde la década de los años 50 el ejército israelí había
elaborado diversos planes para poder realizar una ocupación rápida de
Cisjordania, lo cual en 1967 se logró en sólo seis días. Los factores
motivantes de la acción reseñada respondía a una simbiosis entre un pensamiento
estratégico y nacionalista nacido en el movimiento laborista, conocido bajo el
nombre de “Redentores”, los cuales consideraban a Cisjordania, Judea y Samaría
como territorios claves del Estado Judío cuya misión era recuperarlos.
Una de las principales consecuencias de
la Guerra de 1967 fue un aumento de los refugiados palestinos, lo que se vio
reflejado en un alza de los refugiados. “Algunos cientos de refugiados pudieron
utilizar sus antiguos conocimientos u oportunidades laborales para mejorar su
nivel de vida y su situación personal fuera de los campos”[5],
narra Pappe en torno a las actividades económicas de los refugiados. Otros, en
tanto, procuraron adquirir los conocimientos necesarios para poder satisfacer
las demandas de la clase media de los países en los cuales estaban: así se
convirtieron, entre otras actividades, en azuleros, enlucidores y
electricistas.
Desde la perspectiva palestina, después de la
Guerra de 1967 el foco de acción estuvo centrado en las liberaciones de
Cisjordania y la Franja de Gaza ocupadas por el Ejército Israelí. El objetivo
inicial era poder realizar una guerra de guerrillas con una base popular, sin
embargo no encontraron la respuesta esperada en la población.
Uno de los rasgos principales de la
“Ocupación Israelí” fue “la política de
expulsiones israelí. Pese al estímulo que suponía la repentina adquisición de
la totalidad de la Palestina del Mandato, a los pragmáticos líderes del Estado
Judío no dejaba de inquietarles el tener que absorber a un número semejante de
palestinos”[6]. Bajo
este escenario, el término resistencia era utilizado ampliamente por el
Ejército Israelí, sin importar el tipo de oposición realizado era castigado
severamente.
Bajo este escenario, la “Guerra del
Líbano” (1982-1987) constituyó un hito donde convergen distintos procesos,
entre los cuales podemos mencionar: una creciente conciencia de los palestinos
en el área de los territorios ocupados , se observa un incremento de las
operaciones de resistencia palestina en
el área sur del Líbano y, finalmente,
una voluntad expresa del Gobierno de Likud para poner fin a la cuestión
palestina mediante la vía de la violencia. Por primera vez en su historia,
en la sociedad israelí hay controversia
por el desarrollo de este conflicto bélico: se cuestiona no tanto las
consecuencias de la guerra en el Líbano sino las bajas israelíes: por ejemplo,
todos los días en Jerusalén en la puerta de la residencia oficial de Begin
había un grupo que día tras día anunciaba los fallecidos en los combates. Hay ,
haciendo un balance de la situación, una visibilización de un descontento por
la política bélica en el país.
A diferencia de la situación de la OLP,
centrada en Túnez como su centro de
operaciones y cuyo eje de acción estaba basado en la creación de una red de
seguridad de carácter diplomático entre El Cairo y Amán para Arafat que no dio
resultado, en el plano local habían líderes nacionalistas jóvenes de la clase
media que tenían como norte acabar con la ocupación israelí. El gran dilema de
estos dirigentes era no contar con una estrategia clara para la concreción de
sus fines, o sea, el término de la ocupación.
La estrategia escogida fue la Intifada
(levantarse), la cual comenzó en Diciembre de 1987 y cuya consecuencia en el
corto plazo fue la interrupción temporal de la llamada “anexión sigilosa”, por
parte de Israel, la cual contemplaba la absorción de la economía israelí de la
mano de obra excedente. El movimiento
comenzó en los campos de refugiados de Gaza, que acogía a 850.000 refugiados,
este grupo los más politizados de la sociedad palestina por los hechos que le
había tocado vivir. Un fenómeno interesante de la Intifada de 1987 fue la participación activa de las mujeres:
“estuvieron presentes en todas las fases
y aspectos de la sublevación: arrojando piedras, organizando
huelgas y formulando políticas de
contenido diplomático en un intento general por convertir la intifada en una
victoria política”[7],
indica Pappe.
Aprovechando el éxito de la Intifada o
sublevación, los líderes de la OLP presentaron el 15 de Noviembre de 1988, en
el marco de la reunión del Consejo Nacional Palestino en Túnez, la “Declaración
de la Independencia”: ésta se hacía cargo del destino de los refugiados, el
futuro de la ciudad de Jerusalén y, por cierto, las fronteras del futuro Estado
Palestino. El objetivo final del documento tenía como fin último “redirigir la
sublevación hacia programas políticos palestinos no necesariamente
representados en la acción política que se había emprendido contra los
ocupantes israelíes”[8].
Ya en la década de los 90,comenzó un
debate, en sus inicios se concentró en el mundo académico para luego expandirse
al resto de la sociedad en diversos espacios públicos, donde un grupo
importante de israelíes estaba dispuesto a poner en cuestión la ideología
hegemónica del Estado, o sea, el sionismo. El factor gatillante de lo anterior
fue el nacimiento de una objeción moral al hecho de la ocupación israelí en la
Franja de Gaza y Cisjordania. Asimismo, los palestinos en Israel desarrollaron
una conciencia de identidad nacional. Sin lugar a dudas, la Guerra del Líbano
de 1982 fue uno de los principales factores que motivó la construcción de un
pasado no bajo el prisma sionista.
Hacia finales de los años 90 las
corrientes post-sionistas se hicieron presente en la poesía, música pop y
literatura en general donde se expresa los males y penurias de la población en
los territorios ocupados. También, hubo
un aumento en la traducción de la poesía árabe y palestina y, además, la prensa
tuvo un rol importante en que el israelí se hizo más consciente del actuar
brutal del ejército mediante múltiples investigaciones periodísticas. Se dio
espacio en la prensa a la versión palestina sobre los sucesos.
Haciendo un balance de la corriente
post-sionista , se ve que se convirtió en “un modo de pensar capaz de influir
en otras esferas de la actividad humana, entre las cuales destacan los ámbitos de
la educación y los medios de comunicación”[9].
No logró convertirse en una opción política en la sociedad israelí, quedando
como un fenómeno de carácter cultural en una comunidad preocupada en definir su
identidad.
Pappe inserta la irrupción de la crítica
post-sionista en el contexto de una crisis de identidad de los israelitas luego
de haber fracasado el intento de paz en
1993. Al respecto, Pappe comenta: “La paz puede debilitar al aglutinante que
mantiene unida a una sociedad y agravar
las disputas internas y los conflictos,
especialmente cuando la cohesión de una sociedad está fundamentada en la
existencia de un enemigo exterior común”[10].La
posibilidad de paz, la cual finalmente no se concretó, significó en la práctica
una búsqueda nueva para lograr una nueva cohesión social.
Los acuerdos firmados entre Yasser
Arafat, Bill Clinton y Yutzhak Rabin el
13 de Septiembre de 1993 en los jardines de la Casa Blanca y los otros acuerdos
de paz concretados durante la década de los 90 no tuvieron éxito porque Israel
impuso su propia versión de los hechos, donde primaba la idea de un Estado
judío fuerte con un protectorado palestino. Todos estos factores motivaron una
segunda intifada, en el transcurso del año 2000, generando como consecuencia un
empeoramiento de la situación palestina, por un lado, y por otro, en el caso
israelita, la irrupción del neo-sionismo que se impuso por sobre la corriente
post-sionista.
[1] Marzuca, Ricardo. Colonialismo y
orden regional en el mundo árabe en Revista de Estudios Árabes, Facultad de
Filosofía y Humanidades, Centro de estudios árabes, Universidad de Chile, año
1, 2005, numero 1. Pág. 6
[2] Herzl, Teodoro: “El Estado Judío” (1896), La semana
publishing co.ltd., reimpresión, Jerusalén, 1976,
Página 59.
[3] Pappe Ilan, Historia de
la Palestina Moderna: un territorio, dos pueblos, Ediciones Akal, Madrid, 2007,
página 256.
[4] Es el intento de hacer
interactuar la religión y la política no con el afán de legitimar el gobierno
sino constituir una plataforma con el fin de resistirlo. Todo esto en el
contexto de los Estados Contemporáneos.
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