viernes, 14 de diciembre de 2012

Una breve mirada al origen del Estado de Israel




* En las siguientes líneas, describiremos los hitos y procesos que conformaron el nacimiento del estado de Israel y la reacción palestina.

Luis Felipe Caneo


          Al llegar el Siglo XX, son tres los procesos que, a juicio del historiador Ricardo Marzuca, marca el devenir de los acontecimientos en la región del Mundo Árabe, éstos son: consolidación de la presencia europea, representada por Francia y Gran Bretaña mediante la política de los Mandatos sancionada por la Sociedad de las Naciones; penetración de las grandes compañías de actividad petrolera, el llamado “oro negro” jugó un papel importante en la configuración regional y finalmente la fundación del Estado de Israel, convirtiéndose un rol de protector de los intereses en dicha zona del mundo. Este último punto será abordado en ésta respuesta, instancia donde nos centraremos en el conflicto palestino-árabe y el surgimiento de la corriente post-sionista.
  
          La concreción del Estado de Israel significó un “movimiento de emancipación e independencia de los judíos , en virtud de las históricas persecuciones sufridas a causa del antisemitismo desarrollado en el mundo occidental, fenómeno que percibían como incurable y que auguraban como eterno”[1], indica Marzuca. Las razones esgrimidas para justificar la colonización de Palestina respondían a criterios de superioridad y un rol de carácter civilizador del mundo europeo, como lo expresa Teodoro Herzl: “Para Europa formaríamos parte integrante del baluarte contra el Asia: constituiríamos la vanguardia de la cultura en su lucha contra la barbarie”[2].

        Cabe señalar que la instauración del Estado de Israel provocó una crisis israelí-palestina, generando con ello un cambio en el día a día de los individuos de ésta zona del mundo en el sentido de que “La política de élite, más militarizada y nacionalizada que nunca, exigía ahora toda la atención, una participación diaria y una lealtad incondicional por parte tanto de los palestinos como de los judíos. Había pocos islotes de paz donde la gente siguiese siendo inmune a la intrusión”[3], comenta el historiador Ilan Pappe. 


        Luego de la crisis de 1948, hubo un período hasta 1956 donde no había esfuerzo pacificador alguno y lo que primaba era una carrera armamentística, la cual en el caso de Israel incluía capacidad nuclear. Tanto en Israel como en Palestina, la prioridad fue la inversión en armas de destrucción masiva, dejando no sólo el bienestar de la población en un segundo plano sino también proporcionó un espacio en la escena pública para la irrupción del denominado “Islam Político”[4] y del fundamentalismo israelí. 


       Es importante señalar que desde la década de los años 50 el ejército israelí había elaborado diversos planes para poder realizar una ocupación rápida de Cisjordania, lo cual en 1967 se logró en sólo seis días. Los factores motivantes de la acción reseñada respondía a una simbiosis entre un pensamiento estratégico y nacionalista nacido en el movimiento laborista, conocido bajo el nombre de “Redentores”, los cuales consideraban a Cisjordania, Judea y Samaría como territorios claves del Estado Judío cuya misión era recuperarlos. 


       Una de las principales consecuencias de la Guerra de 1967 fue un aumento de los refugiados palestinos, lo que se vio reflejado en un alza de los refugiados. “Algunos cientos de refugiados pudieron utilizar sus antiguos conocimientos u oportunidades laborales para mejorar su nivel de vida y su situación personal fuera de los campos”[5], narra Pappe en torno a las actividades económicas de los refugiados. Otros, en tanto, procuraron adquirir los conocimientos necesarios para poder satisfacer las demandas de la clase media de los países en los cuales estaban: así se convirtieron, entre otras actividades, en azuleros, enlucidores y electricistas. 


       Desde la perspectiva palestina, después de la Guerra de 1967 el foco de acción estuvo centrado en las liberaciones de Cisjordania y la Franja de Gaza ocupadas por el Ejército Israelí. El objetivo inicial era poder realizar una guerra de guerrillas con una base popular, sin embargo no encontraron la respuesta esperada en la población.

       Uno de los rasgos principales de la “Ocupación Israelí”  fue “la política de expulsiones israelí. Pese al estímulo que suponía la repentina adquisición de la totalidad de la Palestina del Mandato, a los pragmáticos líderes del Estado Judío no dejaba de inquietarles el tener que absorber a un número semejante de palestinos”[6]. Bajo este escenario, el término resistencia era utilizado ampliamente por el Ejército Israelí, sin importar el tipo de oposición realizado era castigado severamente. 


     Bajo este escenario, la “Guerra del Líbano” (1982-1987) constituyó un hito donde convergen distintos procesos, entre los cuales podemos mencionar: una creciente conciencia de los palestinos en el área de los territorios ocupados , se observa un incremento de las operaciones de resistencia  palestina en el área sur del Líbano  y, finalmente, una voluntad expresa del Gobierno de Likud para poner fin a la cuestión palestina mediante la vía de la violencia. Por primera vez en su historia, en  la sociedad israelí hay controversia por el desarrollo de este conflicto bélico: se cuestiona no tanto las consecuencias de la guerra en el Líbano sino las bajas israelíes: por ejemplo, todos los días en Jerusalén en la puerta de la residencia oficial de Begin había un grupo que día tras día anunciaba los fallecidos en los combates. Hay , haciendo un balance de la situación, una visibilización de un descontento por la política bélica en el país. 


     A diferencia de la situación de la OLP, centrada en Túnez  como su centro de operaciones y cuyo eje de acción estaba basado en la creación de una red de seguridad de carácter diplomático entre El Cairo y Amán para Arafat que no dio resultado, en el plano local habían líderes nacionalistas jóvenes de la clase media que tenían como norte acabar con la ocupación israelí. El gran dilema de estos dirigentes era no contar con una estrategia clara para la concreción de sus fines, o sea, el término de la ocupación. 


      La estrategia escogida fue la Intifada (levantarse), la cual comenzó en Diciembre de 1987 y cuya consecuencia en el corto plazo fue la interrupción temporal de la llamada “anexión sigilosa”, por parte de Israel, la cual contemplaba la absorción de la economía israelí de la mano de obra excedente.  El movimiento comenzó en los campos de refugiados de Gaza, que acogía a 850.000 refugiados, este grupo los más politizados de la sociedad palestina por los hechos que le había tocado vivir. Un fenómeno interesante de la Intifada de 1987  fue la participación activa de las mujeres: “estuvieron presentes en todas las fases  y aspectos de la sublevación: arrojando piedras, organizando huelgas  y formulando políticas de contenido diplomático en un intento general por convertir la intifada en una victoria política”[7], indica Pappe. 


     Aprovechando el éxito de la Intifada o sublevación, los líderes de la OLP presentaron el 15 de Noviembre de 1988, en el marco de la reunión del Consejo Nacional Palestino en Túnez, la “Declaración de la Independencia”: ésta se hacía cargo del destino de los refugiados, el futuro de la ciudad de Jerusalén y, por cierto, las fronteras del futuro Estado Palestino. El objetivo final del documento tenía como fin último “redirigir la sublevación hacia programas políticos palestinos no necesariamente representados en la acción política que se había emprendido contra los ocupantes israelíes”[8]


       Ya en la década de los 90,comenzó un debate, en sus inicios se concentró en el mundo académico para luego expandirse al resto de la sociedad en diversos espacios públicos, donde un grupo importante de israelíes estaba dispuesto a poner en cuestión la ideología hegemónica del Estado, o sea, el sionismo. El factor gatillante de lo anterior fue el nacimiento de una objeción moral al hecho de la ocupación israelí en la Franja de Gaza y Cisjordania. Asimismo, los palestinos en Israel desarrollaron una conciencia de identidad nacional. Sin lugar a dudas, la Guerra del Líbano de 1982 fue uno de los principales factores que motivó la construcción de un pasado no bajo el prisma sionista. 


         Hacia finales de los años 90 las corrientes post-sionistas se hicieron presente en la poesía, música pop y literatura en general donde se expresa los males y penurias de la población en los territorios ocupados.  También, hubo un aumento en la traducción de la poesía árabe y palestina y, además, la prensa tuvo un rol importante en que el israelí se hizo más consciente del actuar brutal del ejército mediante múltiples investigaciones periodísticas. Se dio espacio en la prensa a la versión palestina sobre los sucesos. 


      Haciendo un balance de la corriente post-sionista , se ve que se convirtió en “un modo de pensar capaz de influir en otras esferas de la actividad humana, entre las cuales destacan los ámbitos de la educación y los medios de comunicación”[9]. No logró convertirse en una opción política en la sociedad israelí, quedando como un fenómeno de carácter cultural en una comunidad preocupada en definir su identidad. 


      Pappe inserta la irrupción de la crítica post-sionista en el contexto de una crisis de identidad de los israelitas luego de haber fracasado  el intento de paz en 1993. Al respecto, Pappe comenta: “La paz puede debilitar al aglutinante que mantiene unida a una sociedad  y agravar las disputas internas  y los conflictos, especialmente cuando la cohesión de una sociedad está fundamentada en la existencia de un enemigo exterior común”[10].La posibilidad de paz, la cual finalmente no se concretó, significó en la práctica una búsqueda nueva para lograr una nueva cohesión social. 


       Los acuerdos firmados entre Yasser Arafat, Bill Clinton y Yutzhak Rabin  el 13 de Septiembre de 1993 en los jardines de la Casa Blanca y los otros acuerdos de paz concretados durante la década de los 90 no tuvieron éxito porque Israel impuso su propia versión de los hechos, donde primaba la idea de un Estado judío fuerte con un protectorado palestino. Todos estos factores motivaron una segunda intifada, en el transcurso del año 2000, generando como consecuencia un empeoramiento de la situación palestina, por un lado, y por otro, en el caso israelita, la irrupción del neo-sionismo que se impuso por sobre la corriente post-sionista.


[1] Marzuca, Ricardo. Colonialismo y orden regional en el mundo árabe en Revista de Estudios Árabes, Facultad de Filosofía y Humanidades, Centro de estudios árabes, Universidad de Chile, año 1, 2005, numero 1. Pág. 6
[2] Herzl, Teodoro: “El Estado Judío” (1896), La semana publishing co.ltd., reimpresión, Jerusalén, 1976,
Página 59.
[3] Pappe Ilan, Historia de la Palestina Moderna: un territorio, dos pueblos, Ediciones Akal, Madrid, 2007, página 256.
[4] Es el intento de  hacer interactuar la religión y la política no con el afán de legitimar el gobierno sino constituir una plataforma con el fin de resistirlo. Todo esto en el contexto de los Estados Contemporáneos.
[5] Ibid, página 263
[6] Ibid, página 272.
[7] Ibid, página 328.
[8] Ibid, página 330.
[9] Ibid, página 369
[10] Ibid, página 370

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