domingo, 18 de julio de 2010

El dilema de la Otredad en la conformación de la sociedad en Chile


*La llegada de los españoles a Chile a partir del año 15836 significó el encuentro de dos culturas: la peninsular y la indígena. Un encuentro con el otro donde unos se convirtieron en dominadores y los otros en seres inferiores, una otredad que revisamos en este ensayo con el fin de reflexionar en torno a la conformación de nuestra sociedad con miras al Bicentenario de la República. Por Luis Felipe Caneo.

El ocaso de la Edad Media y el comienzo de los Tiempos Modernos significó para el mundo europeo un cambio de enfoque en lo relacionado a la mentalidad, la cual pasó desde un carácter geocéntrico a uno antropocéntrico, donde el centro del universo era el hombre. Una situación que se tradujo en una nueva concepción del hombre, el cual, de acuerdo con los parámetros del Renacimiento, debía buscar protagonismo en la historia, alcanzando para ello fama, poder y gloria; rasgos presentes en los nacientes Estados Nacionales en el contexto de su proceso de expansión, siendo protagonistas de ello Portugal y España. Éste es el mundo de la segunda mitad del siglo XV, 100 años en los cuales Cristóbal Colón descubre un nuevo continente, América, un gran territorio que comienza a ser explorado y explotado por Castilla a partir de las donaciones papales de Alejandro VI en el año 1494.

La zona del Caribe fue la primera donde los peninsulares iniciaron su asentamiento, estableciendo en este lugar el sistema de servicio personal mediante la constitución de la encomienda. Ese fue el comienzo de una política expansionista, la cual también arribó a otras zonas del continente, siendo una de ellas el área austral, es decir, Chile, cuyo descubrimiento fue realizado por Diego de Almagro en 1536 y posteriormente conquistada por Pedro de Valdivia a partir de 1541 con la llegada de éste al fértil valle del Mapocho. En ella se expresaron las características del hombre renacentista en su máxima expresión no sólo en la etapa inicial sino en la formación de la sociedad de aquellos parajes poblados de aborígenes con una concepción de vida diferente al del europeo. Demostrar lo anterior desde el ámbito del problema de la otredad en la relación español-indígena será el objetivo del presente ensayo.

El comienzo de una historia

“Los conquistadores españoles del siglo SXVI estaban profundamente convencidos de que desempeñaban una misión divina. Venían a América a enriquecerse a expensas de los desgraciados indios, pero creían que estaban combatiendo por una causa santa, la propagación de la fe de Cristo, empresa autorizada por el Papa y protegida por el cielo, que los facultaba para tiranizar a los infieles y para arrebatarle sus tesoros”[1], con estas palabras Diego Barros Arana, uno de los primeros historiadores chilenos, describen a los hombres que fueron protagonistas de las conquistas, haciendo mención al carácter y motivaciones de la empresa de conquista. El pretexto de una expansión para aumentar la fe de Cristo, una especie de Guerra Santa contra los infieles, fue la justificación para llevar a cabo la dominación española en el continente Americano, en la cual también estaba involucrado, por cierto, el deseo de la generación de riquezas, lo cual va en directa relación con el anhelo de poder de los capitanes de conquista y el concepto del individualismo humano renacentista. Para entender cabalmente este punto es clave remontarse al origen de la gran mayoría de los integrantes de las huestes indianas, cuestión que realizaremos a partir de la figura de Pedro de Valdivia.[2]

El Conquistador de Chile nace alrededor del año 1502 en la Región de Extremadura, España, se cree que es hijo de hidalgos pobres[3] el cual encontró en la vida militar un medio para ascender socialmente. Es así como se transformó en un personaje con una amplia experiencia en este tópico al pelear, obteniendo un resultado exitoso, en batallas de Flandes, Italia y Pavía. En 1535 se embarcó con Jerónimo de Alderete rumbo a Las Indias, llegando en una primera instancia a Venezuela desde donde partió rumbo al Perú como miembro de una expedición española enviada hasta el país del Rímac para sofocar la rebelión indígena y la posterior guerra civil entre Almagristas y Pizarristas, la cual finalmente fue ganada por los segundos en la Batalla de Las Salinas en 1538, oportunidad donde Valdivia estuvo al mando de las tropas triunfadoras. Por este hecho, a nuestro protagonista le fue designada una encomienda para su usufructo personal, sin embargo él deseaba "dejar fama y memoria de mí" por lo que emprende la empresa de conquista de Chile, tierras donde podría dejar su nombre inscrito en la historia. Una acción que, pese a variadas dificultades, logró llevar a efecto exitosamente, permitiendo así el establecimiento del poder español.

En la figura de Valdivia vemos ejemplificado el perfil del hombre que arribó a América, el cual motivado por las riquezas descubiertas en las primeras expediciones decide venir a probar suerte a estas tierras. El fin de lo anterior se relaciona con la concepción del hombre renacentista, en el sentido de que en América podían ascender socialmente mediante las obras que llevarán a cabo y no por su origen, como acontecía en España. No importaba el pasado sino simplemente el presente. Así lograban transformarse en señores, por decirlo de alguna manera, dejando su condición original de “pecheros”, dependientes de alguien.

En ese sentido, para poder concretar lo antes expuesto era necesaria la generación de riquezas, fundamentalmente metales preciosos, en el corto plazo pues ese ascenso debía ser en el menor tiempo posible. Cabe señalar que los españoles no concebían otro modo de producir recursos que en el corto plazo, una explotación sin tomar en cuenta el término, por citar un ejemplo, de oro en un lavadero. Esa forma de ver el mundo influyó claramente en la formación de la posterior sociedad chilena, donde el otro, el indígena, era visto como una cosa intermedia entre el ser humano y el animal.

El nacimiento de la sociedad chilena y el dilema de la otredad en la relación indígena-español




Los primeros años de conquista de Chile la ciudad de Santiago, luego de su fundación y posterior reconstrucción luego del ataque de Michimalongo, expresaba la imagen más de un campamento que de una ciudad, debido no sólo a los pocos recursos disponibles para el día a día de la empresa sino también por la resistencia nativa al dominio español en la zona Central, como lo refleja el título de encomienda otorgado por el gobernador Francisco de Villagrán a Gaspar de Villarroel:”é os hallásteis en la población de la dicha ciudad de Santiago y en sus susentación y en la guerra, allanamiento, pacificación é conquista que se hizo de los naturales (…), que fué muy trabajosa é peligrosa, a cabsa de ser belicosos é dar muchas guázabaras é rencuentros é hacer muchos fuertes y albarradas” [4].Un carácter de la naciente ciudad que fue cambiando, con el pasar de los años, gracias al esfuerzo de sus primeros habitantes y de los refuerzos enviados desde el Virreinato del Perú en 1544, permitiendo que hacia 1548 “la colonización de Chile se robustecía y la ciudad de Santiago comenzaba a perder el aire de campamento provisorio de sus primeros días (…). Había comenzado a plantearse una administración estable, principaba a nacer la industria y se regularizaba la vida social”[5], comenta Barros Arana. Un surgimiento de sociedad donde claramente, a la luz de las fuentes y de las investigaciones realizadas, hubo una asimilación española por parte del natural originando una nueva realidad cultural en un proceso donde el peninsular, frente a los habitantes originarios, no desarrollaron un pleno reconocimiento de estos últimos como sujetos, sino simplemente los consideraron como elementos útiles para la realización de sus objetivos, lo que esa comprensión, como explica Todorov, pasa a ser utilizada con el fin de destruir: si no son iguales a nosotros, podemos explotarlos, modificar sus costumbres[6].Esto motivado, claramente, por el deseo de hacerse ricos y los anhelos de dominio.


El enfrentamiento entre dos realidades distintas, en este caso la española y la indígena, se pueden ver a partir de tres ejes distintos[7]: juicio de valor (es decir, si el otro es igual o inferior a mí. Es importante recordar que en el pensamiento peninsular primaba la teoría de la desigualdad, donde el otro era visto como un ente intermedio entre el animal y el humano, bajo esta perspectiva se puede entender el hecho de las fundaciones de las ciudades españolas en los antiguos territorios de los indígenas: con la presencia de toda la estructura administrativa-política Colonial y la construcción de las Iglesias, así se aseguraba un dominio socio-político de un área determinada); la acción de acercamiento o de alejamiento en relación con el otro ( en Chile hubo, por decirlo de alguna manera, una combinación de ambas. Esto porque un lado se combatió al indígena y se le redujo al estado de servicio personal, presente a lo largo de la conquista, pero por otro los españoles, dado a la poca cantidad de mujeres en las primeras empresas indianas, se unían con las naturales dando origen al Mestizaje, elemento característico de nuestra sociedad chilena) y, finalmente, el dilema de conocer o admirar la identidad del otro.


En el caso de Santiago, en relación a los tres ejes ya mencionados, se ve la concepción en Valdivia y sus hombres de la teoría de la desigualdad con los naturales del lugar, los cuales son desplazados al sector de Quillota en calidad de servicio personal con el fin de ser utilizados en encomiendas, así quedaba el espacio “libre” para asentar la civilización española, concretado con la fundación de Santiago en Febrero de 1541.Con esta acción hay un alejamiento con respecto a los habitantes originarios, pues el asentamiento de una ciudad española significaba la llegada de todo el aparato administrativo-político español (cabildos y sus autoridades, la construcción de una Plaza de Armas y de una Iglesia) y de otra concepción de vida con un cambio en las costumbres , destruyendo así el antiguo mundo indígena; pero, mediante el mestizaje se podría decir que hubo un acercamiento al otro, el saldo de lo anterior fue el nacimiento de una nueva identidad, donde se entremezclaban lo peninsular con lo indígena. De ésta manera empezó a gestarse la sociedad en la que vivimos, donde lo mestizo sobresale.

Por su parte, en la zona sur es posible de ver una conquista más inestable no sólo por la gran extensión del territorio y la limitada capacidad de hombres y recursos en la empresa de conquista sino por el hecho de que los pueblos de esa área no estaban acostumbrados a un sistema de tributación, como si acontecía en el Norte dado a la influencia incaica. Al revisar las crónicas y fuentes primarias españolas se observa una tendencia a destacar el espíritu de lucha demostrado por los indígenas, pero esto lo asocian a su estado salvaje, un ejemplo de lo anterior es la obra del Padre Diego Rosales, “Historia General de Chile y el Flandes Indiano” percibiendo al leer el mencionado libro un dejo de etnocentrismo, o sea, los españoles juzgaban a los naturales a partir de su visión de mundo, lo cual claramente es un error.

La mentalidad señorial feudal española en el ámbito socio-económico en la constitución de la sociedad

Si bien el feudalismo en el Viejo Continente como sistema socio-político dominante ya era parte del pasado, con el renacer de las ciudades, la idea seguía presente en las mentes de los individuos de la España del siglo XV, algo que se manifestó desde el comienzo el proceso de conquista en América. Situación posible de entender por lo antes expuesto como por la situación social de los individuos en sus tierras de origen, donde eran pecheros, es decir, estaban relegados a un segundo plano, por llamarlo de alguna forma, en la estratificación social de su época. En la práctica lo anterior se vio desarrollado con la llamada “mentalidad señorial”, en la cual los jefes de conquista y los integrantes de las huestes indianas querían convertirse en señores de un área determinada, teniendo bajo su juridiscción una gran cantidad de indios; anhelos que no les convenía a la Corona pues era darle demasiado poder al conquistador en desmedro de Castilla, lo cual podía dar pie a deseos de aumentar el poder por parte de los beneficiados. En definitiva, aquí nuevamente sale a escena el concepto de hombre renacentista el cual choca claramente, en lo relacionado con este punto, con las intenciones de la corona.

Conclusiones

Al buscar las razones de las motivaciones de aquellos hombres para llevar a cabo las empresas de conquista salta a la vista la concepción del hombre renacentista, un ser cuyo mayor anhelo es buscar fama, poder y gloria. Conjunto de rasgos que, como hemos comentado en este ensayo, es posible de encontrar en los conquistadores de Chile, desde Pedro de Valdivia en adelante expresado en tres tópicos: las ansías de riqueza en el corto plazo, una mirada hacia el otro como un ente inferior e intermedio entre el animal y el ser humano y, por último, la concepción señorial; elementos que jugaron un rol esencial en la constitución de la sociedad en Chile, siendo ejemplo de ello la estratificación social donde, en un principio, estaban por un lado los españoles y por otro, en un nivel inferior, los naturales: la relación entre ambas realidades culturales dio origen a una nueva realidad cultural: El mestizaje, desde ella se expresarán los primeros síntomas de americanismo, de sentimiento de nacionalidad, que darán la base del anhelo de independencia criolla, surgido a comienzos del siglo XIX, a través de la Primera Junta Nacional de Gobierno y los procesos posteriores. De ésta forma, con un protagonismo de lo mestizo, se constituyó la sociedad de nuestro país que este año celebra su Bicentenario Patrio.


Citas:- Barros Arana Diego, Historia General de Chile, Santiago: Editorial Nascimento,1930, página 199
- Barros Arana Diego, Historia General de Chile, Santiago: Editorial Nascimento,1930, página 345


Fuentes Primarias:
-“Título de encomienda otorgado por el gobernador Francisco de Villagrán a Gaspar de Villarroel, Concepción, 20 de Abril de 1563” citado en CDIHCh , volumen 16, página 451.

Bibliografía

- Barros Arana Diego, Historia General de Chile, Santiago: Editorial Nascimento,1930, Tomo I
- Barros Arana Diego, Historia General de Chile, Santiago: Editorial Nascimento,1930, tomo II
- De Rosales Diego, “Historia General de Chile y el Flandes Indiano”, Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello, 1989.
- Encina &Castedo, Historia de Chile Ilustrada, Santiago: Editorial Santiago, 2005.
Garavaglia, Juan Carlos y Juan Marchena. América Latina. De los orígenes a la Independencia. Barcelona: Editorial Crítica, 2005
- Jara Álvaro, Guerra y Sociedad en Chile y otros temas afines, Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1971.
- León Leonardo, “La merma de la sociedad indígena en Chile central y la última guerra de los promaucaes”
- Meza Villalobos, Néstor. Estudios sobre la conquista de América. Santiago: Editorial Universitaria 1992
- Todorov Tzvetan, La Conquista de América y el problema del otro, Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2005.

Notas al pie de página:

[1]Barros Arana Diego, Historia General de Chile, Santiago: Editorial Nascimento,1930, página 199, tomo I
[2] Para hablar de su vida nos guiamos por el libro de Encina & Castedo Historia de Chile, tomo I, Santiago: Editorial Santiago, 2005,
[3] Se sospecha, aunque no hay certeza de ello, que es hijo ilegítimo del ciudadano portugués Pedro Oncas de Melo y de Isabel Gutiérrez de Valdivia
[4] “Título de encomienda otorgado por el gobernador Francisco de Villagrán a Gaspar de Villarroel, Concepción, 20 de Abril de 1563” citado en CDIHCh , volumen 16, página 451.
[5] Barros Arana Diego, Historia General de Chile, Santiago: Editorial Nascimento,1930, página 345, tomo I
[6] Acción que entre otras consecuencias generó un “desgano vital” en los afectados dado a la destrucción de su mundo anterior.
[7] Esto según los planteamientos de Todorov en su obra “La Conquista de América, el problema del otro” , Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires:1995

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