*El encuentro entre las culturas americanas y la peninsular dio inicio a un proceso de asimilación, dando como resultado un sincretismo que se mantiene hasta nuestros días. Por Luis Felipe Caneo.
El enfrentamiento de dos realidades culturales diferentes puede generar en los individuos tres reacciones, de acuerdo a lo planteado por el estudioso búlgaro Tztevan Todorov en su obra “La Conquista de América: el problema del otro”: juicio de valor (si el otro es igual o inferior a mi), la acción de acercamiento o de alejamiento en relación con el otro y finalmente el dilema de conocer o admirar la identidad del otro. En el caso de la América Barroca, es posible observar un proceso de integración y asimilación entre las dos realidades culturales, la europea y el peninsular, manifestado, por citar un par de ejemplos: el primero se refiere al paso desde la estupefacción a la aceptación por las clases acomodadadas del tabaco[1] ya en el siglo XVI en el caso de Europa; por su parte, el segundo alude al uso de la imagen como medio de evangelizar a los indígenas en el “Nuevo Mundo”, los cuales no sabían los preceptos del Catolicismo. Demostrar la integración y asimilación en el período ya reseñado en América será el objetivo de este ensayo.
El Barroco, una época de esplendor español
El Barroco Español[2] se puede describir como un tiempo de esplendor, generado a partir de la unificación del Estado, concretada gracias al matrimonio de los Reyes de Castilla y León, además de la Reconquista Española con la consiguiente expulsión de los Moros de su último bastión en el año 1492. Período conocido también con el nombre de Siglo de Oro, donde España se ve favorecida con el descubrimiento de América, nueva área que no solamente le dio la oportunidad de una enorme influencia en el sistema mundo sino le planteó desafíos en cuanto a la administración de un gran territorio.
España emerge como un país defensor de la Religión Católica Tradicional, en el contexto de la Reforma y Contrarreforma, expresado en censuras y la labor de la “Inquisición”.Se caracterizó por la búsqueda de la verosimilitud en las obras realizadas con el fin de la comprensión de lo narrado y representado; intenta generar un efecto con la utilización de lo grotesco y utilización de la imagen para persuadir al hombre de la piedad y la presencia de Dios.
Impresiones del Primer Encuentro
Las sensaciones que tuvieron los españoles luego de su primer encuentro con los indígenas y los posteriores contactos entre estas dos realidades culturales, dan como resultado una manifestación del citado proceso de integración y asimilación de los dos mundos. El Descubrimiento de América significó para el Viejo Continente el surgimiento de una humanidad cuyo estado natural invitaban no sólo a plantearse múltiples interrogantes, como el origen de estos nuevos seres, sino la necesidad de civilizarla de acuerdo a los parámetros europeos; pensaron que se trataba de un lugar ideal, lo asociaron a la idea del Paraíso producto de las condiciones climática favorables imperantes en estas tierras. Un mecanismo que, sin duda, es un medio de legitimar la empresa de Descubrimiento y Conquista.
La llegada de productos americanos a España produjo una verdadera revolución en el día a día de la Península, aunque en un principio Europa fue muy conservadora en cuanto a la aceptación de estos productos. La patata, descubierta por Francisco Pizarro, marcaría un antes y un después: pondría fin a las hambrunas que azotaban cada cierto tiempo a la población; a lo que debemos sumar el maíz, el cacao y la palta[3] como algunos de los ejemplos de productos. Por su parte, los europeos introdujeron en América, entre otras cosas: arroz, gallinas, caballos, limones y naranjas, elementos que, sin lugar a dudas, marcarían a la futura sociedad americana, ejemplificado en nuestro actual campo chileno.
Desde los comienzos del Descubrimiento, en el contexto de los viajes de Colón, empezó a surgir la imagen del indio caníbal americano, para así simbolizar la idea de salvajismo extremo y que a la larga justifican la conquista, pues a estos seres “bárbaros” había que civilizarlos. Entre las primeras representaciones en donde es posible observar esa mirada en torno al natural, alude a un grabado de madera del año 1505 el cual acompaña la traducción alemana de la carta de Américo Vespucio a Pier Francesco de Médicis: en la misiva señalan que se comen entre ellos, pues la carne humana es una comida común para estos sujetos. Lo anterior se relaciona con la idea de la figura del salvaje, el cual al estar fuera de la acción civilizadora ha perdido su racionalidad y se deja llevar exclusivamente por sus instintos: se divide en el buen salvaje, indio bueno, y el indio malo[4]. La imagen sirve, en este punto, para expresar una alegoría creada en torno al aborigen.
La imagen como medio de evangelización
Una vez consolidada la Conquista en México, acción realizada por Hernán Cortés desde 1521, comienza a desarrollarse una política en torno a evangelizar en base a la imagen, siguiendo los postulados del Consejo de Trento, la cual podría dividirse en dos fases: la primera corresponde a los primeros años de conquista, donde los franciscanos implementaron una evangelización a través de la imposición de los dogmas católicos, no tomando en cuenta las tradiciones autóctonas; lo anterior dio paso a la explotación de las imágenes con el propósito de evangelizar un mundo que desconocía los sucesos bíblicos del catolicismo, rol jugado por la Compañía de Jesús y los Dominicos. Una política desarrollada a partir de 1551 con el nombramiento del segundo Obispo de México, realizado por Carlos V, el cual recayó en el dominico Alonso de Montúfar y que se ejemplifica en el inicio del culto a la Virgen de Guadalupe[5].
En la colina del Tepeyac había un santuario consagrado a la Madre de Dios, Toci[6], desde tiempos inmemorables. En ese lugar, Montúfar hizo poner, al lado de la imagen primitiva, una obra inspirada en un modelo europeo, una operación con un saldo positivo: las crónicas de la época[7], 1555, se refieren al hecho como una aparición única de la Virgen, confundiendo el modelo y la copia. Hay un doble triunfo del religioso dominico:“difusión contrarreformaza del culto mariano y su territorialización, anclándola sólidamente en el antiguo santuario de Toci-Tonantzin” (Gruzinski, 105).Una estrategia de la autoridad de la Iglesia donde buscaba explotar los tópicos de arraigo en la tierra, y una progresiva confusión-sustitución en las mentes de los elementos indígenas y los nuevos que den como resultado, en definitiva, una nueva realidad cultural donde se involucren los elementos foráneos y autóctonos. Una realidad vigente hasta nuestros días con la celebración de fiestas de carácter multiétnico como la Fiesta de la Tirana, por mencionar un ejemplo.
En ese sentido, es menester mencionar el caso de la Virgen del Cerro, presente en el Museo de la Merced de Santiago. Obra anónima del siglo XVIII, perteneciente a la Casa de Moneda de Potosí, es un ejemplo de integración cultural: en ella es posible ver la mezcla entre la cultura inca y la española, teniendo como personaje principal a la Virgen con el Cerro como telón de fondo asemejando a la Pachamama, la Madre Tierra.
En la imagen barroca, presente en América, se presentan las siguientes características: presencia de naturaleza, colores, flora y fauna. Por ejemplo, en la sala “El Niño Jesús en la Devoción Familiar” del Museo de la Merced de Santiago, se ve unas tallas del Niño Jesús, realizadas en los talleres artesanales de Quito en el siglo XVIII: además de ser una expresión de la fe colonial, nos reflejan el rasgo de la flora y fauna en la creación artística, pues en las obras se ven uvas o animales.
El uso de imágenes con el fin de evangelización se vio reforzado, por decirlo de alguna manera, con la invocación a los santos, los que vinieron a remplazar el carácter politeísta de las religiones, ya que los distintos dioses se transformaron cada uno de ellos en un santo en particular.
Una de las características del uso de la imagen es ocupar como recurso el milagro, una práctica rechazada por los primeros evangelizadores. Los milagros, apariciones, sueños y visiones fueron los mecanismos que permitieron introducir a “Nueva España” y al “Nuevo Mundo” todo el sistema sobrenatural del cristianismo. Esto permitió familiarizar al público objetivo con el otro mundo de los cristianos, algo replicado en la pintura manierista, como en la obra del pintor Luis Juárez, durante la primera mitad del siglo XVII, en la cual se ven “aberturas visionarias, cernidas de nubes luminosas y de ángeles que se perdían en el brillo de la divinidad” (Ruiz, 161).
Es importante mencionar que hay una apropiación de la imagen de la Virgen de Guadalupe en el caso de México, lo anterior permite darle a la conquista un sentido profundo-divino que permiten legitimarla: la tierra fue conquistada y ganada para que en ella aparezca una imagen de Dios, con lo cual México se transforma en receptor de un hecho providencial para que pueda suceder la aparición. De ésta manera el actuar de Montúfar queda como parte de un pasado difuso que no se fija en la memoria y que da como resultado, al final de cuentas, una imagen con un aura imparable, con una intervención divina, que nos llevará nuevamente a la idea de los milagros, la cual consagra a la imagen.
La Muerte bajo una mirada barroca
Durante la época del Barroco la idea de la muerte estaba relacionada con un espectáculo colectivo: bajo el prisma de que el morir era un momento en la vida en el cual la sociedad debía honrar al individuo que partía ,dado al mérito que logró durante el transcurso de su vida. Es por eso que el Barroco hizo de la muerte una instancia de celebraciones. La muerte constaba de tres momentos: ritos pre-muerte (el testamento como expresión de la individualidad del ser en su hora final, con un marcado carácter religioso que se mantuvo, a diferencia de Europa, hasta el siglo XIX), la muerte misma (era importante que la persona falleciera en su propia cama, ya que era considerada como un altar donde el sujeto inmolaba su vida. En un principio, la muerte era considerada como un castigo de Dios, pero, con el pasar de los años, empezó a considerarse como el destino inexorable de la vida.) y el duelo como la tercera instancia ( momento en el cual se expresaba el dolor por la pérdida de una persona, en Chile evolucionó desde una manifestación externa del dolor a expresiones más privadas del mismo. Se debía ocupar el color negro, debido a que representaba ausencia de vida).
Cabe señalar que ante la muerte se daba un grado de igualdad, en el sentido de que todos llegarían a ese destino sin importar su nivel social. Sin embargo, pese a que la Iglesia se preocupó de darles entierro a todas las personas, en las ceremonias fúnebres se expresaban la sociedad estamental del mundo de los vivos.
El Traje como generador de Identidad
La imagen en el Barroco tenía como fin demostrar quien soy a la sociedad, anhelo en donde claramente se detecta un deseo de distinción social, lo cual se veía en los vestidos con corsé, acompañados de abanicos, utilizados por las mujeres de la alta sociedad en contraposición con la ropa más humilde de los sujetos populares. Una realidad que es conocida como Gratuidad Estética. Cabe señalar que en la época estudiada, primó la idea de dejar escasas partes visibles del cuerpo producto de la idea de que “mientras más me cubro, estoy menos expuesto a la mirada de Dios”. En el traje podemos ver como la forma de vestirse van forjando identidad, demostrando al mundo quien soy yo.
Conclusiones
A la luz de los antecedentes expuestos, es posible llegar a la idea de que el Barroco en América no fue sólo un proceso de integración y asimilación de parte de las dos realidades culturales involucradas, influencia mutua entre ambas, sino también una instancia de manifestación de poder social-político, es decir, demostración de la superioridad social de algunos ya sea por el ítem de riqueza o de poder político. Lo interesante y la clave para entender el juego de fuerzas que se desarrolla durante la América Barroca, es tomar en cuenta como los Jesuitas y los Dominicos pudieron a través de una suerte de adoctrinamiento encubierto a través de las imágenes ir inculcando el cristianismo a la población aborigen, provocando un sincretismo religioso cultural que sigue vigente hasta la actualidad, el cual es fundamental valorar y conocer en el Año del Bicentenario.
Citas
-Gruzinski Serge, La Guerra de las Imágenes, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 1994, página 105
-Gomar Ruiz Rogelio, El Pintor Luis Juaréz, México, Unam, 1987, página 161.
Bibliografía
· Cruz, Isabel, Serie Arte y Sociedad en Chile, 1650 – 1820, Volumen II. El Traje. Transformaciones de una Segunda piel, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1992
- Capítulo I, El Ropaje Barroco como Metáfora del Cuerpo 1650 – 1750, pp. 27 - 109
· Cruz, Isabel, Serie Arte y Sociedad en Chile, 1650 – 1820, Volumen III. La Muerte. Transfiguración de la Vida, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1997
- Capítulo II, Triunfo y Derrota de la Muerte: Barrocas Pompas Fúnebres, pp. 103 - 191
· Gruzinski Serge, La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a “Blade Runner” (1492 – 2019)
- Capítulo IV, Los efectos admirables de la imagen barroca, pp. 102 - 159
· Sanfuentes Olaya, Develando el nuevo mundo. Imágenes de un proceso, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 2009
- Capítulo V, El encuentro con un Nuevo Mundo. Primeras imágenes del paisaje, pp. 117 – 125
- Capítulo VI, El encuentro con un Nuevo Mundo. Una nueva flora y fauna, pp. 131 – 142
- Capítulo VII, El encuentro con un Nuevo Mundo. Una humanidad nunca antes vista, pp. 149 – 153
- Capítulo VIII, Imágenes del indio americano, pp. 157 – 192
Notas
[1] Entre los diversos productos que sorprendió a los españoles encontramos al tabaco, pues al mirar por primera vez a los naturales que expelían humo cuando lo consumían asociaron que se trataba de la presencia del demonio apoderado del indio.
[2] Surge alrededor del siglo XVI y finaliza en el siglo XVIII. El Barroco Español, el período de esplendor de la Península, llega a su fin a partir de la derrota de la Armada Invencible en 1588 acompañado de una marcada decadencia militar y política.
[3] La palta recibe otros nombres: aguacate o avocado.
[4] Perteneciente a los pueblos temidos, violentos, viciosos etc.
[5] Se toma como referencia la imagen de la Virgen para evangelizar en América dado a dos razones: las mujeres en la América Pre-Hispánica jugaban un importante rol ritual en las ceremonias de índole religiosa, por lo cual presentando a la Virgen los naturales podían internalizar el Catolicismo y, en segundo lugar, la Virgen permitía la materialización de lo trascendental, pues representaba a Dios en la tierra.
[6] Significa Nuestra Madre
[7] Citadas por Serge Gruzinski en su obra “La Guerra de las Imágenes: de Cristóbal Colón a Blade Runner (1492-2019)”, Fondo de Cultura Económica, México, 1994.
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