*Hoy en día se percibe como poco a poco la memoria ha invadido el espacio público, quedando en evidencia la lucha entre los distintos sectores políticos por establecer su memoria como la homógenea.
Luis Felipe Caneo
Al hacer un balance de la actualidad, claramente resalta el hecho de cómo la memoria poco a poco ha invadido el espacio público y lo cual es posible de ver en las múltiples iniciativas culturales cuyo fin es dar a conocer parte del patrimonio tangible presente en nuestras ciudades, siendo un ejemplo de lo anterior los tours que en forma periódica lleva a efecto “Cultura Mapocho” en Santiago. Es así como el pasado se trasforma en un ente que acompaña en el día a día instalándose así en el imaginario colectivo de una sociedad determinada.
En este ámbito, debemos comprender el rol jugado por la memoria en la sociedad referente a ser un ente estructurador de las diversas identidades sociales. Frente a lo anterior, Walter Benjamín nos habla de dos tipos de experiencia de memoria: “experiencia trasmitida” y “experiencia vivida”, una situación que nos hace referencia a la “invención de la tradición, parafraseando al historiador británico marxista Eric Hobsbawn, es decir, un uso político del pasado. Los dos tipos de experiencia, descritos por Benjamin, son el marco de despliegue de la denominada “Era del Testigo”, un testigo que se convierte en un ícono viviente del pasado, bajo la lógica de víctima, y donde su recuerdo se transforma en un deber cívico para todos.
Un ejemplo de lo antes expuesto queda en evidencia en la realidad de los “Derechos Humanos en Chile”, la cual durante el régimen de Pinochet y los primeros años de la Concertación estuvo invisibilizada producto de la necesidad de generar un espíritu de unidad nacional que permitiera llevar a cabo un proceso de transición de forma exitosa desde un régimen militar a un sistema “democrático”. Sin embargo, con el paso de los años y gracias al trabajo de diversas comisiones se ha podido visibilizar dicha problemática mostrando a aquellos que sufrieron torturas en calidad de víctimas de un Estado Policial que duró 17 años. Recordar ese pasado y, a la vez, convertirlo en un elemento aleccionador para las generaciones futuras con el fin de que nunca más vuelva a ocurrir se ha trasformado en un deber cívico reflejado, por mencionar un ejemplo, en la concreción del Museo de la Memoria a fines del Gobierno de Michelle Bachelet Jeria y cuyo fin es darle un espacio en nuestra sociedad a las víctimas de las violaciones de los derechos humanos en las décadas de los 70 y 80. Según Enzo Traverso en su texto “Historia y memoria: notas sobre un debate”, la memoria consta de diversas etapas: acontecimiento significativo, fase de represión y la anamnesis (retorno), es ésta última donde se insertaría la creación del citado museo en la ciudad de Santiago.
En el campo del debate entre la historia y la memoria, uno de los grandes debates que se ha generado en este último tiempo dice relación con la denominada “judicialización de la memoria”, esto nos remite a la interacción entre la “verdad histórica” y “justicia” bajo la pregunta ¿Cuál es la relación entre el juez y el historiador? Una interrogante que se encarga de responder el destacado historiador italiano Carlos Ginzburg, éste indica que un historiador no puede convertirse en un juez puesto que la verdad de la disciplina es parcial e interpretativa, careciendo de un rasgo normativo, definitorio y obligatorio. En este sentido, el historiador debe ser parte del trabajo de la memoria y no del deber de memoria , pues el objetivo de la disciplina que estudiamos es contextualizar los distintos fenómenos históricos con el fin de responder la pregunta ¿Por qué?. De ésta manera, nos enfrentamos a una “verdad judicial” encargada de establecer y normar quienes fueron los responsables de los acontecimientos investigados, mientras que la “verdad histórica” trata de entender las causas de un suceso o un conjunto de ellos en concreto.
En definitiva, a lo largo de estos párrafos se puede apreciar la interacción entre historia, memoria y justicia donde cada una de ellas depende de la otra, pero, al mismo tiempo, es necesario tener claros los objetivos perseguidos por ambas, pues sólo así se podrá entender la dicotomía entre deber de memoria y trabajo de memoria y como la justicia, a lo largo del Siglo XX, ha adquirido un papel importante en la elaboración de una conciencia histórica colectiva. Al final de cuentas, una interacción de la cual tenemos mucho que aprender todavía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario