jueves, 2 de diciembre de 2010

La fotografía y su significado social: generadora de identidad


 *Reflexionar en torno a la fotografía como generadora de identidad es el objetivo del presente ensayo. Por Luis Felipe Caneo.

Uno de los elementos que nos permite captar la multiplicidad de realidades presentes en el mundo es la identidad característica de cada zona, es decir, los rasgos diferenciadores de un lugar en comparación a otros como también los comportamientos de los distintos grupos sociales. En este tema, la fotografía  en su significado social juega un rol clave en la sociedad al convertirse  en generadora de identidad: cada foto captada por cualquiera de nosotros es parte de una acción mayor, por decirlo de alguna manera, la cual involucra la realización de ciertos postulados sociales que se traduce en la pertenencia  a algún grupo y a la vez  es un triunfo al paso inexorable del tiempo y su afán de borrar lo sucedido, todo lo anterior da como resultado la constitución de la identidad. Demostrar lo anterior será el objetivo del presente ensayo. 

                      La fotografía y la sociedad

El destacado sociólogo Pierre Bourdieu, en el libro “Un Arte Medio”, plantea que las normas cuyo fin es regir la captación fotográfica, de acuerdo a la oposición  entre lo fotografiable y lo no fotografiable, son elementos indisociables del sistema de valores implícitos de algún grupo como de una clase, una profesión o de un círculo artístico. En otras palabras, cada toma fotográfica realizada por los individuos responde a patrones sociales los cuales actúan de un modo inconsciente en dicho momento en un proceso que  claramente  va generando identidad en el ser, repite formas de comportamiento integrándose así a un grupo en la sociedad.

Bajo este contexto, una fotografía al buscarle su significación es necesario tomar en cuenta no sólo las significaciones que presenta (se refiere a las intenciones explícitas del autor) sino también el excedente  de significación representado  (aspecto simbólico  de una época).Una realidad posible de ver en la foto “La Niña y el Buitre” del reportero gráfico Kevin Carter, quien obtuvo en el año 1994 el Premio Politzer en la categoría fotografía por la imagen captada. En la imagen es posible ver como una niña de unos 5 años se detiene a descansar a 100 metros del campamento de refugiados a descansar y un buitre se para a su lado, esperando la muerte de la menor para poder hacerse del cuerpo de la menor. Aquí el autor quiso demostrar las deplorables condiciones de vida de una parte del mundo y el aspecto simbólico graficado en la indiferencia del mundo  con respecto al sufrimiento  de miles de seres por una mala distribución de las riquezas de la tierra.

 El sacar una fotografía genera pertenencia a una determinada tradición, por ejemplo posar en la Primera Comunión  con un santito en la mano y una túnica blanca nos hace parte de un rito simbólico y social implementado por la Iglesia Católica. Un comportamiento similar se observa en el caso de los casamientos, oportunidad en la que no salir en las fotografías captadas en la ocasión con los invitados y los esposos es simplemente no cumplir a cabalidad el rol de invitado en el sentido, éste involucra mostrarse ante la cámara como un símbolo para decir yo estuve ahí, te acompañe y deje testimonio de dicha presencia.

 Otro ejemplo de pertenencia es el capítulo Leaving Primary, de la exitosa serie australiana Mortified[1], donde queda graficado como la fotografía responde  provoca la formación de una identidad  y a la concreción de patrones sociales. Los protagonistas, Taylor (Marny Kennedy) y Héctor (Nicolás Duna) están viviendo sus últimos días de la educación primaria, tiempo en el cual deben elegir su futuro colegio: desde los primeros años escolares ellos se han transformado en grandes amigos, generando una amistad que ha podido hacerle frente al paso inexorable del tiempo. Sin embargo, su futuro educacional  se ve en establecimientos diferentes, a ella le ofrecen una beca en un prestigioso colegio privado y él se irá a uno de carácter público, realidad que resiente la amistad; pero, el curso de las cosas cambia radicalmente en la graduación, allí muestran las diversas fotos de los años de primaria viendo Taylor múltiples momentos de esparcimiento y amistad junto a Héctor, hechos que la hacen sentir parte de un grupo y, en definitiva, genera en ella  el deseo de permanecer junto a los suyos. En este caso la fotografía actuó como recordatorio  de un lazo identitario, de pertenencia.

Cabe señalar que la estética presente en la toma de la fotografía, a juicio de Bourdieu, es parte del sistema de valores vigentes, del denominado ethos que involucra la pertenencia a la clase. Un proceso de nacimiento de identidad posible de ver en el cuento, tema que desarrollaremos en los próximos párrafos.
                                 El cuento y la fotografía

De acuerdo a la teoría del destacado escritor argentino Julio Cortázar en torno al cuento, la novela y el cuento es posible de comparar en forma analógica con el cine y la fotografía: la película muestra un orden abierto  en comparación a la fotografía que presupone una limitación previa, centrándose en una imagen o un acaecimiento de carácter significativo, es decir, aglutinar una realidad cuya extensión  es infinitamente más vasta que lo mostrado por la fotografía.

 Bajo ese parámetro y en concordancia con el fin del ensayo, abordaremos el cuento “El Ojo Silva” del autor chileno Roberto Bolaño desde una perspectiva de la identidad, respondiendo a la interrogante en torno a la verdadera violencia. El relato narra la historia de Mauricio Silva, más conocido como El Ojo Silva, un exiliado chileno de actividad fotógrafo y cuyo máximo sueño era escapar de la verdadera violencia, un perfil con el cual se pretende establecer un modelo de una generación nacida en los años 50 y la cual hacia 1973 rondaba los 20 años.

 Fue en Enero  de 1974 que el Ojo Silva se marchó de Chile, producto del Golpe Militar, rumbo a Buenos Aires, punto donde se quedó hasta 1976 para luego, tal como una golondrina, emprender viaje a México dado a la inminencia de la ascensión al poder de los militares. En el país  azteca, el protagonista  es discriminado por ser acusado de ser homosexual y no tener el mismo comportamiento del resto: “no se vanagloriaba de haber participado en una resistencia más fantasmal que real”, explica el narrador.

 Situaciones[2] como las anteriores van marcando al protagonista de ésta historia, haciendo surgir en su  ser una identidad la cual se expresa en el encuentro entre el narrador y el personaje en un bar de la ciudad de México: en ese lugar el Ojo Silva estaba acompañado de un vaso, pareciendo el protagonista como un ente de cristal lo que responde a la lógica de hallar un lenguaje común entre ambos y así trasparentar la realidad[3] y poder comunicar algo al receptor, era homosexual. Su segundo encuentro, narrador- personaje, se da en una plaza de Berlín, oportunidad en la cual le cuenta una historia sucedida en la India. En su función de fotógrafo, viaja a la India para captar imágenes de este país y sus diversos sectores con sus marcados contrastes entre casas elegantes y zonas donde la pobreza se expresa abiertamente: durante su estadía se hospedaba en la habitación de un hotel donde podía ver a través de la ventana el patio con una fuente y dos árboles[4]. Uno de los puntos a visitar eran los barrios rojos, las zonas de prostitución, es aquí donde un día le ofrecieron el servicio de una puta, el cual lo rechazó educadamente, nos dice el narrador. Ese hecho marca, sin lugar a dudas, su ingreso simbólico a la realidad de la India.

  Las personas que le señalaron la posibilidad de los servicios de una prostituta, comprendieron en el acto el estado sexual del Ojo Silva, homosexual y por lo anterior decidieron llevarlo a una casa de servicios sexuales homosexuales. Para llegar a ella debió pasar por un laberinto de pasillos de una casa, en cuyas habitaciones pudo ver la castración realizada a niños para una deidad: “Es costumbre en algunas partes de la India, ofrecer un niño a una deidad (…), días antes de que comiencen los festejos, lo castran y cuando se ha recuperado de la operación  comienza el festejo.”, narra el protagonista. Una vez terminado todo, el menor regresa a su casa, donde es rechazado por sus padres producto de lo realizado en la fiesta, teniendo como único destino un burdel, privando así al niño de un futuro y de estar con los suyos.

Impactado por lo anterior y mirando la esfinge del Dios, al principio con temor para posteriormente experimentar sentimientos de rabia, percibe en su interior una gran voluntad que lo motiva a hacer cosas: allí decide dejar las calles de aquel barrio junto con dos niños, para los cuales se convirtió en una madre[5], vivieron todos juntos en una aldea, se veían felices a los niños, mas la enfermedad llegó a la aldea y los niños fallecieron. Una vez que le terminó de contar esta historia el Ojo al narrador, lloró amargamente por “sus hijos muertos, por los niños castrados que el no había conocido, por su juventud perdida, por todos los jóvenes que ya no eran jóvenes y por los jóvenes que murieron luchando por Salvador Allende…”.

 Al reflexionar sobre el significado del cuento “El Ojo Silva” y el concepto de la verdadera violencia desarrollado en el cuento percibimos que se trata del fin de alternativas, de caminos distintos a la violencia en si. En ese sentido, la mención al Golpe Militar del 11 de Septiembre de 1973 no es casual: demuestra como este hecho marcó el fin de una perspectiva diferente a la vía violenta, ejemplificado con la desaparición de miles de individuos en forma violenta por no compartir los ideales del sistema político implementado. Allí el Ojo Silva entra a una especie de círculo del dolor: instancia en la cual por los hechos ya señalados  llora porque se le ha suprimido la alternativa de ver la vida desde otra perspectiva. Relacionado con este tópico, los detenidos desaparecidos son un ejemplo de cómo a través del acto de matarlos se ejemplifica la idea de la verdadera violencia: el triunfo de ella por sobre la vida. De ellos hablaremos en las próximas líneas, de cómo a partir de ser un ente en ausencia se constituyen como grupo social.

La fotografía y la ausencia

 El hecho de tomar fotografías, poder mirarlas y conservarlas provoca en el individuo satisfacciones en cinco campos: es una protección contra el paso del tiempo, genera una comunicación con los demás, es una demostración de la realización de uno mismo[6], prestigio social y por último distracción o evasión. En pocas palabras, la fotografía nos ayuda a sobrellevar la angustia del paso inexorable del tiempo al permitir la solemnización y eternización de un momento importante en la vida colectiva de los sujetos. Evitar la ausencia del ser es el fin último de la necesidad de fotografiar (interiorización  de la necesidad social de la fotografía), un tema posible de observar en el caso de los detenidos desaparecidos: ellos, pese a su ausencia terrenal, han podido constituirse como grupo social a partir de las fotografías exhibidas por sus familiares, con la frase ¿Dónde están? en los distintos actos relacionados con ellos en la esfera pública, los visibiliza ante la opinión pública y con esa acción los constituye como miembros de esta sociedad.

Uno de los tipos más importantes de fotografía es la de los familiares más cercanos, es decir, padres, esposo e hijos, las cuales representan una parte de nosotros y las llevamos consigo en nuestro día a día. En el caso de los desaparecidos, es posible detectar dos cuerpos, desde un punto de vista simbólico: el primero es el suyo y el segundo es el de la foto que da cuenta de su ausencia. La unión de estas dos dimensiones expresadas en el portar simbólicamente el retrato del ausente, permite a la larga reforzar el vínculo familiar y así formar identidad en las personas, una realidad que Ana González, mamá de uno de los detenidos, refleja con sus palabras, en un testimonio expresado en el destacado documental “La Ciudad de los Fotógrafos”: “No tener la foto de la familia es como no pertenecer a la historia de la humanidad”. Aquí claramente se está haciendo alusión a la conservación y recuperación de la memoria en el sentido de reconstruir un ser ya ido, con la consiguiente formación de una identidad, de una pertenencia a un grupo. Ese es, en definitiva, el aporte de la fotografía en este campo.

Conclusiones
        
 A lo largo de éstas páginas hemos querido demostrar como la fotografía, en el ámbito de su significado social, genera identidad en los individuos: una acción que hemos realizado mediante la presentación de tres argumentos: el acto de tomar una foto responde de manera inconsciente a patrones sociales de un determinado grupo que a la larga provocan un comportamiento; el cuento, siguiendo la teoría del destacado autor Julio Cortázar en cuanto a que este relato literario tiene rasgos similares  con la foto en lo referido a expresar un mensaje en un espacio de tiempo reducido, provoca y moldea la identidad de las personas[7] y finalmente como la fotografía actúa como ente generador de identidad a partir de un ente en ausencia como son los detenidos desaparecidos durante el régimen del general Pinochet en Chile.

 En definitiva, la fotografía cumple su rol de generador de identidad porque cumple la misión de replicar los rasgos del sujeto, le presenta  tal como es, lo identifica a el como ser, un fenómeno posible de ver en la red social de Faceboox: los usuarios de esta plataforma tecnológica suben gran cantidad de fotos en sus perfiles para sentirse identificados, presentes en un mundo donde la huella imborrable del tiempo amenaza con borrar todo para dar paso a lo nuevo que prontamente se transformará en pasado. La foto es, en conclusión, nuestra arma para identificarnos y decir quienes somos en un mundo globalizado, cambiante y veloz.

Bibliografía:

-          Barthes , Roland: La cámara lúcida: nota sobre la fotografía. Traducción de Joaquim Sala-Sanahuja. Editorial Paidos, Buenos Aires, 2004.  
-          Bolaño Roberto, El Ojo Silva.
-          Bourdieu Pierre, Un Arte Medio, Barcelona: Gustavo Gili, 2003.
-          Soto Castillo Evelyn, Detenidos desaparecidos. Ausencia y presencia a través de la imagen fotográfica, Rev. electrón. psicol. polít. (En línea) v.7 n.21 San Luis dez. 2009

 
        


[1] La serie Mortified, más conocida en Chile como Por que a mí? y que fue transmitida por Canal 13 durante el 2008, fue producida en Australia durante el año 2005-2006 y estrenada en el transcurso del año 2007. Narra las experiencias de vida y conflictos que tiene su protagonista, Taylor, de 11 años de edad.
[2] Un fenómeno parecido se observa en la fotografía, donde determinados contextos de donde fue sacado influye en la identidad de la imagen misma como de quienes la observan.
[3] Esto lo podemos asociar a la necesidad de que tanto la fotografía como0 el cuento, en su limitado espacio,
[4] Esta referencia es interesante, pues nos habla del rol que ejercerá el Ojo Silva, el ser una madre de dos niños en la India. La metáfora utilizada en el cuento nos invita a conmoverse, darse con el otro, dejar de ser uno mismo.
[5] Con este hecho la imagen de la fuente con los dos árboles cobra sentido.
[6] En el sentido de generar satisfacción en el individuo por el hecho de poder sacar una fotografía.
[7] Como queda reflejado en  el “Ojo Silva” de Roberto Bolaño, el cual después de leerlo y reflexionarlo en tu interior te hace pensar sobre la vida: como muchas veces en ella uno cree que hay un solo camino, mas el Ojo Silva nos demuestra la posibilidad de ver la vida desde otras perspectiva.


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