lunes, 19 de diciembre de 2011

Navidad: Acampado junto a nosotros





*Una vez más, la Navidad viene a nosotros como noticia gozosa y también como encrucijada, como momento de decisiones. Por Dolores Aleixandre ( RSCJ).


El comienzo del prólogo de Juan nos remonta a lo más alto y sublime del misterio trintario: "La palabra, en el principio, estaba junto a Dios".La expresión es, a veces, sobrecogedora y humilde: nosotros sabemos bien qué es eso de estar unos juntos a otros: somos conscientes de necesitar el cobijo y el calor de la cercanía humana. De lo que es y significa "estar junto a Dios" sabemos menos: es decir, en realidad, no sabemos apenas nada, es un nivel al que, si no fuera por Jesús, no tendríamos posibilidad  de acceso. Nosotros pertenecemos a la noche y por nosotros mismos no podemos alcanzar el ámbito de la luz. Peo, un día, ese Dios a quien nadie ha visto nunca decidió rasgar la tiniebla y plantar su tienda junto a nosotros. La palabra cambió la vecindad de Dios por la vecindad de los hombres y el resplandor de la Gloria acampó junto a la debilidad de nuestra carne.



El verbo que elige Juanen su prólogo evoca un mundo de imágenes muy concreta: acampar es muy distinto de instalarse, a residir, a asentarse. El que acampa no suele disponer de un terreno ni ejercer derechos de propiedad sobre él; ni siquiera puede estar seguro de no ser arrojado afuera. Una tienda es algo frágil y hay que plantarla al abrigo de la ladera de un monte o de un muro, porque está expuesta a todos los vientos y todas las intemperies. Una tienda se instala casi sin herir la tierra, casi sin hacer ruido, como pidiendo tímidamente permiso y asegurando que no va a molestar. El que acampa no se protege con puertas blindadas ni con alarmas; su única defensa consiste en confiar en que su misma debilidad y pobreza la defenderán de cualquier codicia. 



Alguien ha venido a vivir así entre nosotros. No va a imponer nada, no va a ejercer la fuerza de su señorio ni a tomar posesión de nuestra tierra con imperativos categóricos. Le oiremos decir "Si quieres", "si alguno quiere venir conmigo", "estoy a la puerta y lllamo: si alguien me abre".Sabremos que es él porque la caña cascada se enderazará entre sus manos. Porque su aliento conseguirá  que, de la mecha que se apagaba, vuelva a brotar una llamita.No gritará ni se impondrá con violencia, pero las fuerzas del mal se someterán a su autoridad y alguien reconocerá con asombro: "Tú tienes la palabra eterna". 


Lo no importante



El Evangelio de Lucas expresa esta misma realidad con su estilo peciliar y subraya el misterio de esta elección: el nombre de César Augusto evoca el universo de la autoridad, el poder y la fuerza según nuestros criterios. Según una buena lógica, el artífice de la "paz augusta" tendría que ser el pprimer beneficiario de la vecindad de aquel que viene a ser nuestra paz.



Y, sin embargo, el que "estaba junto a Dios" acampa en otro lugar muy distinto de la Roma de César y elige el descampado de un pueblo del que hay que precisar que era "de Judea", como habrá que precisar también que Nazareth era de "Galilea".Belén y Nazaret no tienen categoría por sí mismos y no son conocidos, como lo sería Roma o Jerusalén.



Tampoco los gestores tienen, en el texto de Lucas, nombre propio: son otra personificación de lo no importante, de lo no significativo. Son los representantes de esa masa anónima de gente de abajo, de gente pequeña  que no cuenta a los ojos del mundo. 



Pero es su cercanía y no otra la que ha buscado en primer lugar el Verbo al tomar nuestra carne.Son ellos y no el César los que se ven envueltos en la claridad de su Gloria.Son ellos quienes escuchan la buena noticia de la paz y son de la intemperie los que quedan bañados en el resplandor de la Gloria.



Una vez más, La Navidad viene a nosotros como noticia gozosa y también como encrucijada, como momentos de decisiones.



Ahora ya sabemos junto a quienes tenemos que buscar al que ha venido a estar entre nosotros.Ahora ya se ha anunciado que es en medio de la debilidad de nuestra humanidad donde podemos encontrarlo.


Y no hay otro lugar donde podamos aprenderlo más que en ese descampado de Belén de Juda, en el que un grupo de los que no saben, no pueden y no tienen, está en vela en medio de la noche.


Fuente: Revist Mensaje, Diciembre 2010.

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